jueves, 27 de mayo de 2010

LA TÍA ANGELINA

LA TÍA ANGELINA
Novela corta
Sus trinos se elevaron hasta el cielo, cuando el destino cruel rompía sus alas…
Las campanas de la Catedral, desgranan su mazorca de compases, notas azules, verdes y magenta que viajan en la tarde. Olorosa a jazmín y a hierba fresca, la oscura sala de música reposa en la penumbra, solamente una lámpara de pie, cabe del piano, ilumina el rincón donde la joven de dieciséis años practica sus escalas, Angelina estudia las nuevas partituras.
Un collar de gotas de lluvia chocando en un cristal, las límpidas notas redondas, fusas y difusas estremecen la cálida mañana.
Al igual que algunas de sus hermanas y la mayoría de las jovencitas de la época, la niña ama el arte (adorno personal que ofrecerá al hombre que elija para compartir su vida) ella ama, sobre todo, la música y el canto.
El excelente profesor don Alejandro Monestel, destacado artista y profesor del medio, ha sido el encargado de educar esa bella voz de contralto.
Corre el año de 1875, en Costa Rica el gobierno ratifica el contrato Douglas-Keith suscrito con Minor Keith, quien proporcionará el dinero para continuar con la construcción del Ferrocarril al Atlántico, para lo que se contrata mano de obra china.
En la casona de principios del Siglo XVlll, con paredes de estuco y balcones calados, la sala luce paredes tapizadas con material de raso, un reloj de campana con su mueble de cedro que da los cuartos de hora, las medias y las horas cantando un cotillón.
La luz es suave, por los balcones abiertos penetran los sonidos de la calle y el aire mueve delicadamente las cortinas de chiffon, con rebordes de encaje.
_Angelina ¿Le gustaría asistir con su papá y conmigo al baile de Palacio que se celebrará dentro de dos semanas?
_Como a usted y a papá les parezca_ Responde la joven. Sería un honor asistir, pero podría quedarme a cuidar a mis hermanas, para que ustedes vayan más tranquilos.
Mientras ellas conversan, una criada con delantal y cofia, sacude los adornos, los muebles y los cuadros, con un plumero negro.
Doña Jacinta la mira fijamente frunciendo el ceño, le está indicando que se retire, pero la joven criada tiene su pensamiento muy lejos, no advierte el disgusto de la dama. _Moncha _ ¿Usted no se percata de que la niña está estudiando? _La joven se sacude, su pensamiento andaba lejos, muy lejos de esa casa, andaba solitario paseando por allá, en el rancho de su tata. _ Termine ya con eso, vaya a hacer otra cosa y regrese cuando Angelina haya concluido su estudio, es muy molesto para ella sentir movimiento alrededor mientras practica, así no se puede concentrar._
Le advertí que para hacer la limpieza, debe esperar a que el salón esté vacío. La fámula, bajando los ojos, avergonzada se retira en silencio.
Las escalas se suceden, como gaviotas blancas las delicadas manos de la niña deslizan emoción por las teclas del piano, arrancando de éste los más suaves trinos, y los más fuertes retumbos, según vaya la pieza.
La habitación tiene muebles de estilo Luis XV, sillones anchos, pesados y elegantes. Diversas mesitas, algunas de mármol, llenas de adornos de bronce y de cristal. De las paredes cuelgan medallones de terciopelo con moldura de estuco, blancos perfiles de mujer en alto relieve, espejos con marco de plata, ángeles de porcelana. Un gran ramo de plumas de pavo real surge de un florero de plata, y los brazos de los sillones están cubiertos por antimacasares tejidos al crochet, igual que hay tapetes tejidos en las mesas. La decoración es recargada, como corresponde a la época, la moda es, como el decir de entonces, de “Verso, perla, pluma y flor”, absolutamente estilo rococó. EL piso de la estancia es de parquet, y los corredores y patios interiores son de mosaico. Hay un patio central lleno de flores, y un corredor volado todo alrededor, que conducen a las demás habitaciones. Sobre el suelo descansa la escultura de una mujer desnuda adosada a un tronco de árbol, todo en plata. Más allá una niña blanca, sentada sobre un cojín gris, todo de mármol, mármol de Carrara que vino de Italia.
La estancia, reluciente de limpia, resuma sin embargo un tenue aroma a cosa guardada, a moho, a humedad. San José es ciudad de clima muy frío, y el invierno, sinónimo de lluvia, reina, al menos, en diez de los meses del año. Las gruesas paredes de bahareque francés y los techos de teja, guardan mucha humedad, tratando de combatir ese peligro, hoy han retirado la alfombra de la sala. Aprovechando que no llueve, la sacaron a asolear. Como protagonista central en la gran sala, el piano de cola luce sensacional, cubierto con un hermoso mantón de Manila.
En el asiento del piano, guarda Angelina las partituras de sus cantos. En este momento ensaya con ahínco una nueva pieza, y en voz baja va pronunciando las estrofas de esa letra tan romántica que pretende cantar en próximas reuniones. Angelina estudia francés e italiano, pues solamente así puede pronunciar correctamente la letra de sus cantos. Es una inteligente y dedicada alumna, y su esfuerzo se refleja en sus logros.
Con un gesto de cariño y dulzura, doña Jacinta se acerca a la joven, quien sentada al piano, repasa una y otra vez la partitura que don Alejandro le ha dejado como tarea, a concluir esa semana. Deberá aprenderla antes de su clase del día lunes.
Ha comenzado a llover, sobre las flores del patio central cae una garúa, que promete convertirse en fuerte lluvia, hay mucho viento, y las contraventanas de madera de la sala, se golpean entre sí.
_ ¡Muchachas! grita doña Jacinta, por favor metan la alfombra al corredor, para que no se moje.
Angelina, nació del hogar de don Ángel Anselmo Castro Blanco y doña Jacinta Méndez, fueron nueve hijos los que procreara esa familia: Angelina, Adela, Isabel, Ángel Anselmo, Tasio, Genaro, Gerardo y Josefa, más un hijo natural que tuvo don Ángel Anselmo, llamado Alfonso Díaz, que llegó a ser presidente de Nicaragua.
Estudió la joven Angelina en el colegio de doña María Águeda Peralta de Rivero, siendo alumna distinguida, y terminó su secundaria en el Colegio Superior de Señoritas, formando parte del primer grupo que se graduara allí. Inteligente y aplicada, muy de su casa, modesta, amable y encantadora, Angelina Castro Méndez, es una joven menuda y esbelta.
Hoy la encontramos en casa, en la sala principal, lleva una blusa cerrada de encaje de Bruselas, orlada de alforcitas pequeñas, el cuello alto terminado en una puntilla delgada muy finamente trabajada, con una cinta de raso sobre el mismo, de la que cuelga un relicario de oro, con sus iniciales. Las mangas largas y abuchonadas, terminan en un puño igualmente trabajado. Una falda larga de raso negro, plegada a su increíble cintura de avispa, destaca lo hermoso de su talle y, cayendo en anchos paletones apenas insinuados, cubre sus piernas hasta casi llegar al suelo.
Luce la niña largos cabellos castaños con reflejos dorados, ahora detenidos por una gran peineta, formando un bucle sobre su cabeza, para caer en cascada sobre sus hombros. Es indudablemente una bella mujer en la flor de su juventud. Calza unos botines cortos, negros de charol, abotonados a los lados, y de tacón mediano, aún así luce esbelta y alta.
Doña Jacinta la madre, algo entradita en carnes, severamente trajeada como corresponde a una matrona, lleva una blusa de crespón de manga larga, con escote redondo, sobre una falda larga de lana oscura. Su cabellera entrecana está recogida en un rodete detrás de la cabeza. No lleva maquillaje alguno, siempre usa aretes finos, y para salir de casa, como todas las damas principales, se cubre con una toalla negra perforada a la orilla. Tiene manos cuidadas y un cutis perfecto. Su figura es ligeramente corpulenta, como corresponde a su condición de dama principal.
_Cuando salimos por la noche sus hermanas quedan bien cuidadas, que eso no le preocupe hija, si su papá tan generosamente le ofrece la oportunidad de asistir a la reunión, pienso que debería aprovecharla.
Los bailes de palacio son muy exclusivos, asiste lo más granado de nuestra sociedad, y aunque usted aún no tiene edad para ser oficialmente presentada, no estaría mal que comience a darse a conocer como cantatriz. Nos han solicitado de manera extraoficial, que ofrezca al menos unas pocas arias al señor presidente quien ha mostrado deseos de escucharla._
_Hay mamá, ¡qué pena!_ ¿Y cómo se ha enterado el presidente de que yo canto? _ Hay mijita, recuerde que esta es una ciudad muy pequeña y una sociedad muy cerrada, las noticias vuelan._
_Me contó su papá que don José Campabadal gustosamente se ofreció para recibirla como alumna, propone darle clases de canto y de vocalización, al igual que don Pilar Jiménez y hasta don Jesús Nuñez.
¡Ha llegado lejos su fama de buena cantatriz! Todos los buenos músicos de la ciudad tienen interés en su carrera, y eso es muy importante, sobre todo si usted insiste en su proyecto de viajar a Italia para perfeccionarse.
Dese cuenta de que para el país sería muy conveniente saber que contamos con una artista reconocida a nivel internacional.
Hay mamá ¡Qué vergüenza! Acuérdese que papá siempre ha dicho que él quisiera tener un hijo varón conocido en todo el mundo por su sabiduría, su trabajo, y sus aventuras, y una hija a quien absolutamente nadie conozca, una joven modesta, callada y humilde, una joven de su casa.
Esas son cosas de su papá, desde luego que una mujer ha de ser muy comedida y cuidadosa, no debe hacerse notar, pero es diferente con el arte. Si usted triunfa en el extranjero, será una gloria para Costa Rica, y acuérdese de que hay que responderle al Señor por los dones recibidos…
Vergüenza sería si usted fuera cupletista de un antro de perdición, pero una cantante real, clásica, consagrada, es cosa muy diferente.
Doña Jacinta_ interrumpió la criada_ Llegaron las niñas del colegio.
_Hola mamá, bendición_ dijo Adela entrando atropelladamente a la sala, con su uniforme desacomodado, y el cabello revuelto. ¬_ Pero hija, ¿Qué es esa apariencia suya tan desordenada? _Perdone mamá, es que vinimos corriendo desde el colegio hasta la casa, atrás viene Isabel, también ahogándose y corriendo._ ¡Hay qué muchachas! ¡Ustedes no aprenden a comportarse como señoritas! _ ¡Déjelas mamá! son niñas todavía, les falta rato para hacerse señoritingas. ¡Por lo pronto son dos loquillas encantadoras! _
_ No hija, tienen que aprender a comportarse ya como jóvenes sensatas._
Tal como sucedió con Josefa su hermana, puede ser que se casen muy jóvenes, nadie sabe qué cosa le reparará la vida, ya estas niñas pronto irán a secundaria.
_¡Pero qué barbaridad, cómo se nos fue el tiempo! _ Van a ser las cinco de la tarde, su papá está por llegar. ¡Alístense a recibirlo, péinense como es debido y arréglense la ropa, qué muchachas tan locas!
El hogar de los Castro Méndez, está situado al centro de la ciudad capital, esquina opuesta a la Universidad de Santo Tomás, (En el lote en el que hoy viven ellos, será construido algunos años más tarde el Teatro Nacional).
Don Ángel Anselmo tiene su oficina cerca de casa, ya está por llegar, su señora se esmera en arreglarse el cabello y perfumarse, y Angelina sube a su alcoba para hacer lo mismo, las horas de la comida son sagradas, y una dama debe arreglarse para ir a la mesa, y estar adecuadamente presentable, en actitud de respeto hacia los varones de la familia.
Buenas noches familia, dice el padre llegando de la calle. _ ¿Cómo han pasado su día? Acercándose a doña Jacinta le da un beso en la frente, y viendo a las chiquillas les saluda contento, sentándolas sobre sus rodillas, después de colgar sombrero y bastón en la paragüera del corredor.
Las dos chiquillas, a ambos lados del padre, sentadas en su regazo le besan entusiastas, y preguntan: _ ¿Qué nos trajo papá? Sacando una bolsa de confites don Ángel Anselmo se las entrega.
_ ¡Anselmo1 dice doña Jacinta, suave pero firmemente ¡ Les he dicho que antes de las comidas nada de golosinas! _ Calma mujer, ellas no la van a abrir hasta después de comida._
¿Bien papá, a usted cómo le fue? Pues bien, pero vengo cansado. Y volviéndose hacia doña Jacinta le indica: Por favor dígale a Moncha que sirva la cena temprano, para que estas niñas se acuesten pronto.
¿Quiere jugar una partida de tresillo Anselmo? Dice doña Jacinta tratando de suavizar el malentendido. Perfecto mi señora, me parece muy bien! Acercando la mesa especial y las barajas, doña Joaquina se sienta frente a él, y comienzan el juego. Prudentemente las niñas se retiran: Con su permiso papá, vamos a prepararnos para la cena.
El matrimonio juega dos o tres partidas, don Anselmo perdió, doña Jacinta le interpela: “_Así no se vale, usted me está dejando ganar, eso no tiene gracia”_ El señor ríe.
El reloj da las siete campanadas. _ La cena está servida, dice Moncha, y todos acuden a la mesa.
_ ¿Y Angelina? Ya viene, está lavándose las manos.
Formales y correctos cada quien ocupa su puesto, previamente designado, ponen la servilleta sobre las rodillas, y el padre se prepara para hacer una corta oración. Afuera en la calle comienza a oscurecer.
Las calles de esta ciudad capital son de tierra, y las aceras de piedra. Por ellas transitan carretones y carretas con bueyes, también berlinas y landós, con cochero uniformado. Cuando van de paseo, las damas han de subirse las faldas al entrar y salir del coche, tratando de no ensuciar sus galas exquisitas con boñigas y arcilla de la calle embarrialada.
Cuando ha llovido mucho, los empleados de la casa tiran sobre el caño largas tablas de madera y coletos a manera de puente, para que las señoras puedan pasar.
Las vendedoras de gallinas y huevos, con sus ropas sencillas y descalzas, caminan sobre el barro sin problema, al igual que mandaderos, empleados de negocios, policías y sirvientes, incluyendo maestros y hasta algún dependiente de comercio.
Después de la cena, servida a las siete en punto, doña Jacinta se retira a sus habitaciones para rezar el rosario, y advierte a las niñas: _Acuéstense temprano que mañana hay colegio, no quiero que se atrasen.
_ Y agrega: _ El domingo habremos de madrugar, para ir a Misa de doce, porque el Señor Obispo viene a Catedral y los vecinos debemos recibirle. Deberán estar listas temprano.
Don Anselmo, como casi todos los varones de la cuadra, sale todas las noches “para tomar el fresco” y hacer la digestión.
Sábado por la tarde las muchachas lavan su cabello y lo arreglan, preparan las galas para el día siguiente. Las de cabello negro utilizan un enjuague de semillas de ciprés, recomendado para hacer el cabello más oscuro y brillante, y las rubias lo enjuagan con flores de manzanilla, que se cree, lo mantendrá rubio por más tiempo. La mayoría de las damas de esta época llevan sus cabellos largos, sueltos en melena las jóvenes, y recogido en un moño las mayores. La cabellera brillante y sedosa es prenda que se aprecia mucho en las damas de cualquier edad, hoy día nadie se corta el pelo, todavía no ha surgido en Francia el peinado a la garçon, únicamente las presidiarias y algunas monjas de clausura, se desprenden por castigo o por sacrificio, de una hermosa cabellera, tan seductora y femenina, el mejor adorno para el rostro de una joven. Es época sin artificio y maquillaje, las damas cuidan su rostro con agua pura y fría, y agua de rosas, colorean sus mejillas con pétalos de flores, y oscurecen sus ojos con vaselina negra. La belleza femenina es absolutamente genuina, natural y fresca, nadie concibe que a la vuelta de los años, las mujeres pasen a ser muñecas plásticas llenas de remiendos, y sean postizos todos sus encantos
Llegó el domingo, la familia sale de casa al ser las once y media, para llegar a la iglesia a tiempo. Van a pie, todos juntos, doña Jacinta del brazo de don Anselmo, y las hijas detrás. La Catedral está muy cerca.
A la salida de misa de doce, un regimiento de varones solteros, de pie sobre la acera, espera que pase frente a ellos el grupo de señoras y señoritas bien, encantador ramillete de elegancia y discreción.
Hay un sitio especial adonde se reúnen, el famoso “El Petit Trianón”, floreciente negocio de cantina que funcionó siempre en aquella vieja esquina de avenida central, como mirador para los jóvenes que por décadas, generación tras generación, permanecieron, cual muñecos de papel, sentados a sus mesas, o de pie, recostados junto a la pared frontal del edificio, o en su defecto, en la puerta del mismo, para desde allí observar el movimiento de las mujeres que discurren sobre avenidas y calles de la pequeña ciudad. Y las muchas damas que por allí pasan, modelan sus pasos como un alcaraván, derramando miradas, lanzas de fuego, sobre aquellos varones, con gran curiosidad.
Como un raro racimo de varillas de hierro, varias mesas redondas con cuatro bancos altos, sobre un piso de mármol, mesitas altas con peldaño de bronce para poner los pies. Azucarera de plata unida con cadena al centro de la mesa, mostrador largo del mismo material, en donde saloneros de negro, cual zopilotes ciegos, intrépidos situados encima del alambre de luz, con largos delantales engomados y blancos, son fiero ramo de calas sobre negro carbón.
Azafates de plata, que semejantes a lagos, y en la pared espejo nublado de silencios, como un cielo de invierno después del vendaval, un marco de metal haciendo juego, y el largo repisero poblado de licores en botellas de vidrio o de cristal. Aroma de retama, de alcohol y de deseos, aroma de conquista, aroma de pecar. Conjunto de matices, de colores diversos, piropos estropeados y chiflidos sin par. Trasnochada elegancia tipo Siglo XVlll, trasnochada elegancia de un viejo continente, de un Paris recordado, en recuerdo fugaz. Así fue aquella esquina del amor conquistado, del amor contrariado, de amor imaginado, de sempiterno amor. De infantil coqueteo, de lujuriosa mente, del juego inacabado, el juego del amor.
Adelantándose, con disimulo, doña Jacinta se desprende del brazo de su marido, y alcanzando a su hija le indica, de manera coloquial: Hijita dese cuenta, _” Fíjese cómo la mira Justo Mora, el hijo de doña Eulalia, no tiene ojos para nadie más”- ¿Usted no lo ha notado?_ ¡A mí me encanta! Ese muchacho es de muy buena casta y además son gente acomodada, ya es profesional.” ¡Póngase viva mijita, que esas oportunidades no abundan!
Mamá, ¡Usted siempre con sus cosas! Lo que a mí me interesa es estudiar y alcanzar algún día éxito en mi carrera musical, estoy muy joven, y no pienso en casarme todavía, ni en tener novio.
_Bueno mi hija, usted sabrá. Recuerde que “A la ocasión la pintan calva”.*
Don Ángel Anselmo, viene pisándoles los talones, se aproxima a su señora: ¿Qué sucede Jacinta, por qué se me adelantó? No es nada, simplemente me pareció que debía arreglar a Angelina algo de su peinado.
_ ¡Hay mujer, como si no la conociera, deje a la pobre muchacha en paz! Cada cosa vendrá a su tiempo, no se adelante a los acontecimientos.
Ya de vuelta en casa la familia toma su almuerzo, y por la tarde el señor dispone hacer una corta siesta, mientras madre e hijas bordan sentadas O hacen dechado, muellemente arregostadas en sabrosas poltronas, en el amplio y fresco corredor. Isabel y Adela juegan al escondido, haciendo ruido, y la madre les indica,-¡Chiquitas, su papá está durmiendo, dejen de hacer tanta bulla!
La semana pasó rápidamente, como una piedra lanzada contra el río, y al igual que la piedra, formó círculos en los sentires de aquella familia, círculos concéntricos de esperanza, temores, sueños y deseos reprimidos.
Mañana tendrá lugar la recepción de Palacio, parece mentira _ ¡Cómo corre el tiempo!_ dijo doña Jacinta. Vamos adonde las Chavarría para que nos hagan un peinado acorde con la ocasión.- Y volviéndose adonde las criadas les indicó: “Por favor esperen a las niñas y les dan su colación si nosotras no hemos regresado”._ ¡Hoy es un día importantísimo para la familia! Y agrega desde la puerta, _Digan a Herminia que aplanche muy bien la camisa de vestir de don Anselmo, con goma perla. Que tenga muchísimo cuidado en no ahumarla con la plancha de carbón.
Que desde temprano yo saqué el frak al patio de atrás para que se oreara, que lo meta y le dé una majadita, y que lo deje sobre mi cama. Allí, en el bureau, puse también el juego de mancuernillas y botones, por si el señor pregunta.
Efectivamente, poco tiempo después las niñas aparecen, ¿Y mamá donde está? Las empleadas les explican, ellas lavan sus manos y asisten a la mesa a tomar su refrigerio. ¡Dichosa Angelina que la llevan al baile! nosotras también queremos ir, pero nadie nos toma nunca en cuenta!, dicen las niñas casi llorando a la vieja cocinera. Tranquilas mis chiquitas, ustedes todavía no tienen la edad, no sean envidiosas, Angelina merece que le den esa oportunidad, ya vendrán muchas para ustedes cuando tengan la edad.
Los trajes de gala de las damas, ya fueron recogidos en la tienda de las hermanas Camprubí, siempre perfectos como todo lo que ellas hacen, con sobrecostura francesa y hechos a mano, parece que no han tocado la tela manos humanas. Y doña Jacinta piensa: _”Imagino que Angelina va a causar sensación, no solamente por su bella voz, sino por su belleza en general, realmente luce como una reina con ese traje nuevo.”
Por la calle se acerca Chico Luz, el farolero, un muchacho descalzo y mal vestido. Viene encendiendo los faroles a lo largo de la avenida, cruza hacia el Sur, y continúa alimentando la iluminación de todo el barrio.
En la puerta del frente, estacionada, hay una berlina negra con dos troncos de caballos. El coche espera por la familia, que engalanada, asistirá al concierto y al banquete, que hoy ofrece, en los salones de palacio, el Señor presidente. Dichosamente el tiempo ha mejorado, no ha llovido mucho, y el ambiente es sabroso y templado, tampoco hay mucho viento.
Angelina, ligera como un hada, terminó de arreglarse. Su madre también está ya lista. Don Ángel Anselmo sale del cuarto asimismo preparado, ha sacado su chistera y los guantes, y el sobretodo largo ¡Va guapísimo el viejo! Se chiquea la señora. Juntos salen de casa y se preparan para abordar el coche, sube de primero la dama, después Angelina y de último el señor, auxiliados por el cochero de librea que les conducirá a palacio.
Cargados de leña, y haciendo el ruido característico sobre las piedras de la calle, dos carretones se acercan. _ ¡Qué mala hora de presentarse! Dice la señora, sentada dentro del coche a punto de partir, _Ganas me dan de devolverlos._ ¿Por qué no vinieron más temprano?_
Y agrega en voz alta: _”Joaquina, abra el portón de atrás y que Refugio meta la leña. Que se fije que está seca, que no esté verde ni muy menuda. Y que la acomoden bien, sin obstruir la entrada del servicio. “Que me cobren mañana, ahora no puedo atenderlos, agradezcan que la recibo a pesar de la hora tan inoportuna.”_
_ ¡Ah ladina vieja ésta más marrullera!_ Murmura Melquíades el boyero. No solamente hay que trele la leña hasta la casa, sino que además pide gustos. Acomodásela a como caiga, le dice a Gervasio, el chacalín que lo acompaña; a ver cómo nos recibe mañana cuando vengamos por el pago. ¡Como si fuera tan cerca! Viene uno desde el quinto del diablo para esto!...Refunfuñando el boyero deja la leña en el traspatio y se vuelve a su casa. Ya es tarde y en el rancho lo espera Fredesbinda con el café caliente y las tortillas. La calle de La Uruca es apenas un trillo resbaloso, lleno de piedras y también de charcos, a estas horas no pasa nadie por allí, la gente pobre se acuesta con las gallinas, y se levanta muy temprano, antes de las cuatro de la madrugada. Son las nueve de la noche y todo está muy oscuro.
Habrá que pasar por el viejo cementerio para llegar a casa, y Melquíades le tiene miedo a las “luces de muerto”, fuegos fatuos que a veces aparecen sobre de las tumbas. Apurando a los bueyes con el chuzo, pasa lo más rápido que puede por medio de aquella oscurana que hay para llegar al rancho. Mientras el pobre Gervasio, el chacalín que dormita dentro de la carreta, se golpea contra los parales de la misma, llevándose un gran susto. _ ¡Ave María Gracia plena! dice el chiquillo repitiendo el rezo que a menudo le escucha recitar a su abuela! _Ho güey, Ho güey, grita Melquíades, y de lejos vislumbra el farolillo de su choza. ¡Válgame Dios qué bueno, ya vamos llegando Gervasio, ya llegamos! Hasta mañana tío, que Dios lo guarde, hasta mañana Gerva, Dios lo bendiga. Cuando la vieja aquella nos pague la leña, le pago su peseta. Gracias por acompañame. A usté las gracias tío, que duerma bien.
La entrada a palacio fue espectacular, decenas de coches y berlinas a lo largo de la calle, antorchas frente al edificio de gobierno para dar luz y esplendor a la ceremonia. Un lacayo uniformado recibe a los asistentes, y por medio de un magnetófono, otro anuncia los nombres de los recién llegados, en voz alta, para la concurrencia reunida en el salón.
La elegancia de los invitados es notable, y al fondo de la estancia, destaca un enorme piano de cola, rodeado de sillones. El lugar está listo para dar comienzo a la tenida musical en honor a los embajadores extranjeros que hoy nos visitan. La recepción se da en ocasión del onomástico del señor presidente, quien, sentado a la cabecera de una larga mesa, junto con miembros destacados de gobierno, saluda a los asistentes con gran prosopopeya.
Al ingresar la familia Castro Méndez a palacio, un murmullo se extiende entre los asistentes, las señoras murmuran: _“Esa muchacha es la cantante, la hija de los Castro, dicen que tiene voz angelical.” _Pero es muy jovencita! Y qué linda chiquilla, parece una princesa…
_Pues a mí me parece demasiado joven para andar exhibiéndola, dijeron las voces del odio, las “baja piso” eternas.
Para disgusto de envidiosos, y alegría de los suyos, Angelina se lució aquella noche ante la sociedad y el gobierno en pleno. La jovencita, con gran personalidad y doblegando su timidez, ofreció una demostración de calidad artística, acompañándose adecuadamente con el piano. El señor presidente vino a felicitarla, y toda la concurrencia rompió en un fuerte aplauso cuando ella terminó su presentación. Su belleza resaltaba en aquella reunión de adultos, que no dejaron de apreciar la sencillez de la muchacha y su don de gentes.
Don Ángel Anselmo y su señora no cabían en sí de gozo. La muchacha había quedado excelentemente bien. También entre la audiencia estaba el profesor Monestel, quien fue calurosamente felicitado por todos.
El señor presidente ratificó su promesa, comunicó a los padres que estaría dispuesto a conseguir para la joven una beca para que terminase de educar su voz en Italia, el mejor sitio para tal objetivo. En la Scala de Milán la muchacha podría perderse de vista.
Los padres agradecieron el interés demostrado por el señor, y acordaron darse un tiempo, habría que pensar muy bien cómo y adonde se hospedaría la joven, en casa respetable, y quien la cuidaría estando tan lejos del hogar. Con qué suma podría contar para la beca, y por cuantos años tendría Angelina que permanecer lejos. La noche fue muy placentera, y matrimonio e hija regresaron ya de madrugada a su casa. Angelina estaba deslumbrada e ilusionada con la promesa presidencial.
La joven cantante continuó sus estudios artísticos en constante progreso, a cada oportunidad que se presentaba se la requería para que tomara parte en diversas presentaciones, ya era reconocía por un público entusiasta y creciente. Su voz cristalina y agradable había conquistado a la ciudadanía. Todo aquel amante de la música, sabía de las dotes que adornaban a la joven cantatriz. El asunto de la beca al fin cuajó mediante la intermediación de don Cano Aguilar, y de varios señores principales, el presidente dio su visto bueno y los preparativos comenzaron.
Un año más permaneció Angelina en su tierra, guiada en sus progresos en el arte de cantar por don Alejandro Monestel, don Jorge Campabadal, don Pilar Jiménez y don Jesús Nuñez. Todos aquellos magníficos profesores del “bel canto”, pusieron en ella su esperanza. Fue una época romántica y emotiva, cuando las bellas artes se apreciaban y aquella voz preciosa de Angelina, prometía poner el nombre de Costa Rica en el panorama del arte mundial. Una vez que profesores y guías encontraron que estaba lista para emprender la nueva etapa, culminaron los preparativos para el viaje a Italia, para lograr la culminación de su prometedora carrera.
Angelina había dejado de ser la adolescente tímida de otrora, ahora era una bella y aplomada joven, que sabía lo que quería y no cometía indiscreciones, sus padres estaban muy orgullosos de ella, y con gran dolor, por la separación física que el viaje significaría, la dejaron partir hacia el viejo continente, el éxito en su carrera merecía tal sacrificio.
El Señor presidente cumplió su promesa, consiguió para la joven alojamiento en una residencia óptima, donde ella pudiese permanecer con plena confianza y seguridad. Le fue asignada, en Roma, la casa de familia de don Alvice Castegnaro, un destacado artista italiano que había residido en Costa Rica, cuyo hogar actual en la ciudad de Roma era vecino al Conservatorio Privado del Maestro Gustavo Castegnaro, conservatorio de mucho prestigio. Allá viviría la joven protegida por esa familia, conocida y apreciada en San José, lo que brindó a sus padres alguna tranquilidad.
Se organizó una gran despedida un espléndido ágape, que se celebró en su casa, donde alternaron las familias importantes, el señor presidente y su gabinete, vecinos y parientes, antiguas compañeras de colegio, todos deseándole el mayor de los éxitos.
A la hora de partir, lágrimas amargas corrieron por las mejillas de Angelina, quien no podía evitar el dolor de dejar a sus padres, a sus hermanas, su casa y su ciudad tan amadas, que constituían hasta ese momento el único mundo para ella conocido. El entusiasmo de lograr su meta, le dio el valor necesario, y con una sonrisa y un beso, se despidió de todos. Sus padres la acompañaron hasta el Puerto de Tivives, a abordar el vapor que la conduciría a su destino. Estuvo acompañada durante la travesía, por una familia tica que tenía en Italia su residencia permanente, y había venido a pasear a San José. Los Nuñez le sirvieron de Ángel de la Guarda en esa primera prueba.
El señor Fernando Nuñez, Encargado de Negocios, representaba a nuestro gobierno en Roma, su señora, doña Justina Aguilar, encantadora dama, emparentada con don Anselmo, a quien ambos padres designaron como cuidadores de su muchacha y su hija Atilia, de apenas quince años. Razón de la visita de los Nuñez al terruño, fue que la niña pudiese celebrar esa fecha en casa, con toda la familia. Ambas jovencitas devinieron muy amigas, pasaban juntas casi todo el día, riendo y participando en los diversos entretenimientos que el barco ofrecía. A Angelina le costó un poco amoldarse a la nueva experiencia. El barco, de bandera francesa, era bello y grande y ofrecía multitud de entretenimientos, sin embargo, al principio de la travesía ella se mareaba con el vaivén de las olas. La comida deliciosa, muy diferente a lo acostumbrado en casa, mucho más elaborada y difícil de digerir, su camarote adecuado, y pequeño, con vista al mar, a ratos le parecía un magnífico regalo que le daba Dios, pero otras veces lo sentía como una prisión que la mantenía lejos de los suyos. Así es de inestable el sentimiento humano, las bendiciones muchas veces las sentimos como castigos, según el talante que tengamos.
Por primera vez tuvo Angelina que dormir sola en una habitación, eso la asustaba, pero su nueva amiguita le ayudó a vencer la nostalgia. En el barco había salones para diferentes actividades, tres piscinas, cuartos de juegos, gimnasio, teatro y espectáculos frecuentes. Salón biblioteca muy bien equipado, y varios comedores elegantes, abiertos y accesibles durante todas las horas del día. También una fuente de soda que ofrecía helados y refrescos. No había teléfono interoceánico ni correo frecuente, se comunicaban a tierra por telégrafo, y el correo se recibiría cuando llegaran a puerto. Solo espiritualmente la niña conseguía apaciguar su angustia, se retiraba a orar en su cuartito, y así se sentía cerca de su hogar y de los suyos.
El amable capitán, un hombre adusto, cincuentón, y su equipo de jóvenes oficiales bien parecidos, sajones altos y esbeltos, de cabello rubio en su mayoría y ojos claros. Muy caballeros y disciplinados. Las jovencitas suspiraban fuertemente cuando les veían desfilar por la cubierta. Al cabo de dos meses el barco arribó a puerto.
Angelina pisó por vez primera el suelo italiano, sus amigos le acompañaron hasta dejarla instalada y tranquila en la casa del señor Castegnaro. La familia Castegnaro la recibió con mucho cariño, le prepararon un espacio en el dormitorio de sus hijas, Cristina, de siete años y Flora, de dieciséis, una camita confortable, un espacio en el closet, y colocaron un nuevo escritorio en la sala de estar, para sus estudios.
Todos ellos trataron de que la joven forastera no sintiese lo duro de la separación, tratándola con mucha comprensión y cariño. En el conservatorio encontró excelentes compañeros y profesores, que poco a poco fueron haciéndola sentir en su casa y en su medio. La excelencia de la enseñanza, y la simpatía del grupo estudiantil, le hicieron acostumbrarse pronto a aquel ambiente, y el impacto del bagaje histórico
del increíble país , la deslumbraron.
Se dice que “Quien viaja, con las flores del camino se entretiene, quien permanece, sufre el doble por la separación.” Así sucedió con la familia de Angelina. Allá en su casa la extrañaban mucho, rezaban porque nada malo le aconteciera, el de su viaje era tema predilecto y constante, su madre sobre todo la extrañaba demasiado, también su papá y hermanos, para todos era muy dura la separación. Angelina había sido siempre la alegría de la familia, con su carácter alegre y dispuesto, su eterno piano y su canción.
Josefa, la hermana mayor, estaba casada y su madre la veía solamente a ratos, era una mujer con obligaciones, y los hermanos Ángel Anselmo, Tasio y Genaro, unos estudiaban fuera del país y el otro trabajaba con su padre. Permanecía poco tiempo en casa, y sostenía un cortejo formal con su novia. Ya doña Jacinta no tenía que preocuparse por ellos, ya eran adultos. Isabel y Adela estaban todavía pequeñas, y no daban ningún trabajo. La compañera de la madre había sido Angelina, de allí su agobio.
Angelina se acostumbró rápidamente a su nueva vida, y trabajó con constancia para alcanzar el máximo nivel en su arte, hizo amigas y amigos, y la familia con que vivía le brindó la seguridad que ella necesitaba.
¿Hoy pasó por el correo Ángel Anselmo? _Lo hago a diario, Jacinta, y usted lo sabe. Desde luego que fui, recibimos carta de don Alvice Castegnaro felicitándonos por la bellísima voz de Angelina, y por su exquisito comportamiento. Me cuenta el señor Castegnaro que en Roma su voz ha causado sensación, se le han abierto muchas oportunidades y ha recibido galardones importantes en diversas ciudades de Italia adonde se ha presentado. Me comenta que valdría la pena mantenerla en Italia un tiempo más, porque realmente su voz lo merece.
¡Hay Anselmo, es que me hace tanta falta! si va a pasar tantos años lejos se va a desamorizar de su casa y su familia, yo no creo que nos convenga dejarla allá más tiempo, a lo mejor se enamora de un italiano y la habremos perdido para siempre, yo no quiero eso. Debemos hacerla regresar cuanto antes. Ya le dimos gusto con que fuera a estudiar, no me parece justo que el sacrificio continúe. Además acuérdese que tenemos otras hijas, en las que también deberíamos pensar.
_Pero mujer, si ellas no están perdiendo nada, por el contrario ella les está dando un magnífico ejemplo con su conducta intachable. Adela ya está por terminar la secundaria y piensa estudiar educación en la Escuela Normal de Heredia, y Chabela es todavía chiquilla, ya escogerá su profesión, por lo pronto saca muy buenas notas y toca bien el piano.
Entretanto Angelina continuaba realizando sueños, aprovechando las enormes oportunidades que en Europa se le presentaban. La Escala de Milán era su meta, recibía continuamente misivas elogiando su carrera, y como era bonita, los cortejantes la asediaban de manera constante. Era muy seria y no perdía tiempo en frivolidades. Ante la constante súplica de su madre para que regresara, la joven no podía decidirse entre sus propios deseos, y las insistentes insinuaciones de la señora que la quería de vuelta cuanto antes _¿Y a ti que te parece?- Preguntó a su amiga y compañera de estudios Gina Delfiore, una italiana de su edad, con quien hizo muy buena amistad. _ Lo que más te conviene es continuar con tus clases y aprovechar la oportunidad que se te ofrece de culminar tu carrera, regresar triunfante a Costa Rica, con el éxito a tus pies. Me parece que tu madre es un poco egoísta al querer que regreses ahora, dichosamente no está sola ni enferma, tiene al resto de la familia junto a sí. Tratá de convencerla para quedarte un poco más.
Sí, eso es lo que hago, pero mamá se muestra cada vez más resentida e insiste en que debo regresar, que ella y papá pueden faltar, que no me volverá a ver, y ese tipo de chantaje que hacen las madres cuando quieren algo.
_Sí, ¡Qué gran problema! tendrás que manejarlo con mucha diplomacia. _Me has ayudado mucho con tus consejos Gina, vas a hacerme mucha falta cuando regrese a casa.
_ Ni te preocupes, que, cuando te vayas, muy pronto caeré por allá de visita, sueño con conocer América. _
_Por supuesto, en casa podrás estar como si fuese tuya, lo único que me preocupa es que San José es una ciudad muy pequeña y atrasada, la gente es prejuiciosa y el sistema de vida es arcaico. Sin embargo es un bello país, y tenemos muy buenas cosas que ofrecer._
_Mis padres estarán dichosos de tenerte cerca, y yo, ni se diga. _Lo sé amiga, lo sé bien. Ya verás lo que nos vamos a divertir cuando yo te visite, recordando nuestras aventuras en Italia.
Pero, a propósito de aventuras, no te he contado que ayer tarde tuve una cita con Guliano. ¿De verdad? Y ese milagro? Decidiste aceptar una invitación? Cuánto me alegro, porque a veces parece que quisieras hacerte monja, jamás sales del conservatorio o de la casa, y no hay nada de malo en sostener amistad con un muchacho.
_ Pues sí, tenés razón, me puse a pensar que la temporada en Italia de pronto se me puede terminar, y no voy a irme sin conocer el país, no me negaré a salir, quiero conocerlo todo. Ahora mismo estoy terminando de escribir a casa, comentando acerca de todo eso.
Roma, marzo de 1889
Queridos papá y mamá:
Les pido su bendición.
Siento no haber escrito esta semana que pasó, tuve varios exámenes en el conservatorio y algunas noches me acuesto tardísimo estudiando. Ayer acepté una invitación para salir con el amigo de quien les he comentado. Cada día encuentro este país y este continente más bellos. Todo lo que veo me deslumbra, y siento pena de no tenerlos aquí porque desearía compartir esto con ustedes y con mis hermanos.
La ciudad de Roma enamora a cualquier turista que tenga la suerte de llegar hasta sus puertas. Roma es la culminación del arte arquitectónico, sus majestuosos monumentos, sus fuentes y sus plazas son incontables rincones llenos de historia y magia, el romance y el arte surgen de sus esquinas como un río inmenso de tersura y gráciles perfumes. En esta tierra testigo de la historia, cada rincón retrata acontecimientos importantes. En casi cualquier parte, en las tiendas y en cualquier soirée, la moda exclusiva hace su aparición. Damas principales usan trajes íntegramente bordados con chaquira, plumas de pavorreal y de avestruz, pieles de animales extraños, joyas majestuosas, peinados de fantasía, boas de plumas y zapatos de seda, bordados en oro. Roma es una maravilla, y ahora que me he atrevido a dar un vistazo, quisiera que todos ustedes pudiesen conocer lo que yo estoy viendo, y empaparse de este ambiente cosmopolita de ciudad grande. Cuando recuerdo la humildad y la modestia de nuestra vida de allá, me siento en otro mundo, en otra vida muy diferente a la que conocía. El arte está presente hasta en la más pequeña esquina de esta ciudad grandiosa. En el conservatorio me va muy bien, mis notas continúan siendo excelentes, y mis profesores están satisfechos con mi trabajo. Digan a mis hermanos que los extraño. Con todo mi cariño y respeto, su hija Angelina.
¬ _¿Y cómo te trató el amigo?_ interrogó Gina.
_Giuliano es todo un caballero, y la verdad es que con él me divertí de lo lindo, y me arrepentí de tantas invitaciones perdidas, sabe Dios, si, de irme a casa, algún día podré volver. Pero antes deberé contarte la aventura vivida cuando él me recogió.
Como estaba acordado, a las once de la mañana yo terminé de presentar mi trabajo en el Conservatorio, y me dirigí a la puerta. Allí me esperaba él, parqueado su coche a un lado de la calle lateral. Caminé hacia allá muy contenta. Ya habrás notado que siempre frente al Conservatorio hay una larga fila de visitantes, gentes agrupadas en la acera conversando, y no es fácil pasar por allí cuando uno tiene prisa. Pues al salir, una figura extraña se desprendió del grupo y se lanzó a mi mano, arrebatando mi bolso, salió disparado en un abrir y cerrar de ojos, hacia una moto que permanecía estacionada cerca. De momento el jalón me tiró literalmente al caño con y no pude reaccionar con suficiente rapidez. Mi amigo dichosamente tuvo mejores reflejos y se le puso atrás al hombre aquel, claro, con la diferencia de que el ladrón le llevaba ventaja al ir en moto, el pobre de Giuliano corría tras de él a pie. Mi amigo iba gritando, y dichosamente apareció un guarda de seguridad, y le ayudó a cazar al ladrón. Era un tipo sucio, un astroso vagabundo, con pantalones rotos, camiseta raída, barba y candado en la cara, y una gorra vieja. Tenía una mirada desagradable y maliciosa. El policía que le atrapó me entregó mi bolso, dichosamente intacto, y me pidió firmar la denuncia contra el tipo. No lo pensé un segundo, le dije que no pondría denuncia alguna, porque yo diariamente camino esta misma calle, y me aterran las posibles represalias.
En fin que mi amigo tuvo que llevarme a una farmacia cercana, donde me ofreció un poco de agua de azúcar y una pastilla para los nervios, Aquel comienzo fue desastroso. Nos sentamos en una banca del parque mientras me reponía del susto, al rato comencé a sentirme mejor.
Había un grupo de mimos haciendo malabares frente a nosotros, con excelente la actuación, su representación me distrajo y olvidé el pasado disgusto, la mañana era linda y yo quería superar el mal momento.
Estás tranquila ya? Me preguntó cariñoso, si ya estoy mejor, caminemos entonces. Anduvimos recorriendo esas calles de Roma. Los bosquecillos, los grandes parques cubiertos de templetes, de pequeños riachuelos y árboles frondosos, flores en los arriates, y hasta plantas naciendo en la juntura de ladrillos antiguos, y pedazos de historia, me parecían un sueño.
Indudablemente esta ciudad antigua con tantísima historia, sin quererlo me forzó a compararla con mi pequeña ciudad de San José, con sus callecitas de barro, sus aceras de piedra, sus humildes casas de paja y barro, una gran nostalgia me recorrió de pronto. ¿Qué te pasa? Preguntó, ¿Por qué estás triste?, y yo le respondí, es que estoy recordando mi ciudad… Hoy estás muy sentimental, me dijo, si, lo estoy, respondí…
Terminado el paseo fuimos a comer a un excelente restaurante, comimos delicioso, acompañando las viandas con un excelente vino de la casa. Sostuvimos una interesantísima conversación durante todo el día, y, después de comer, continuamos nuestro paseo. Atardecía, y el cielo era una gloria de colores pastel, yo me sentía tranquila y reposada, Giuliano me hizo sentir segura y el susto me pasó. Nadie podría creer cómo extraño mi terruño pequeño y pobre, pero es el mío.
Roma emerge ante la mirada de sus visitantes como un vivido trozo de mitología, sus antiguas termas, los baños romanos con muchos siglos de existencia, los acueductos de ladrillo atravesando caminos, mostrándonos la gloria del imperio.
Fue un día demasiado largo, pero dichosamente terminó bien.
No dejo de pensar en lo que hubiera trastornado mi vida el hecho de perder mi bolso, con parte del dinero que me resta del mes, mi pasaporte, mi carnet de estudiante, mis apuntes de clase, en fin, no sé qué habría hecho yo en ese caso. Gracias a Dios todo salió bien y ya pasó.
Entretanto en San José, doña Jacinta y don Ángel Anselmo, respondían ansiosos a la recién recibida misiva de la hija, mientras comentaban. “Ve lo que le digo Anselmo, “Entre Santa y Santo Pared de cal y Canto”, nuestra hija podrá ser muy buena, pero “El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla y viene el desastre.”
Pero si la niña se porta muy bien, defiende el padre.
Si pero recuerde que “En la puerta del horno se quema el pan”.
Hay Jacinta, no sea tan mal pensada, pocas niñas tan serias y formales como la nuestra, jamás nos ha dado motivos para dudar de ella, ni de su cordura. Si mijito, pero el amor es ciego, yo en mi hija confío, pero no confío para nada en el amor.

San José de Costa Rica
Mayo de 1889
Queridísima hija, que el Señor la bendiga.
Al fin recibimos el correo de marzo, que usted envió tardíamente. Ya estábamos desesperados por no recibir sus noticias. No deje pasar tanto tiempo aunque esté ocupada, comprenda que para sus padres recibir sus noticias es fundamental, para estar tranquilos. Recuerde lo que demora cada carta en llegar, el correo es sumamente lento, los barcos tardan hasta tres meses en arribar a puerto, y entre tanto su padre y yo nos morimos de angustia.
Aquí todo está bien, dichosamente, sus hermanas progresan en los estudios, el resto de la familia bien.
Nos alegra que está comenzando a salir de paseo de vez en cuando, pero tenga mucha prudencia, no se extralimite, que usted está lejos del cuido familiar, y “en la mujer lo que no mancha tizna”, no deje oportunidad a que la juzguen los demás por conducta poco reflexiva. Pórtese bien y cuídese mucho. La bendecimos papá y mamá
P.D.
¿Y ese tal Giuliano es soltero? ¿Conoce alguien a su familia? Y cuando usted sale con ese señor quién la acompaña? averigüe, no se arriesgue! Prudencia hija, por favor!!!


Entre sus compañeros de clase. Angelina hizo muchos amigos, pero especial entre ellos fue Joseph, un moreno africano, el trombonista de su grupo, que desde que la vio por vez primera quedó prendado de ella, y se lo repetía en cualquier oportunidad. Ambos lo tomaban a broma y como Joseph era un muchacho simpático y alegre, a menudo salían a tomar un café y conversar. Desde entonces y hasta el día de hoy, no hay nada más atractivo para los y las parisienses, que un mulato o un negro.
.Julieta también fue una amiga especial, compartía con ella muchas de sus dudas y temores. Italiana de cepa y nativa de un lejano pueblo, aquella gritona no desentonaba con las de su raza, era una pequeña morocha muy simpática y locuaz. Para enviarla a la Academia, sus padres hacían un gran sacrificio.
Julieta tocaba el fagot con maestría y pasión, y ambas estudiaban juntas cuando había tiempo para hacerlo, tocaban piezas a cuatro manos en el piano. Algunas veces se reunía un grupo regular de compañeros, y entre todos se armaba una presentación musical espléndida.
¿Aló Angelina, cómo estás bambina?_ Te estoy llamando para ver si salimos el sábado. ¿A qué hora te recojo?
Me alegro de que llamaras Giuliano, estoy de acuerdo con el paseo, recógeme en el Conservatorio el sábado a las once de la mañana, porque antes tengo una audición. _ ¿De acuerdo?, Desde luego, nos veremos entonces.
_No había podido encontrarte, a pesar de haberte llamado repetidas veces. Si, disculpa, es que he estado muy ocupada, pero ya nos veremos el sábado, hasta entonces un abrazo.
¿Al fin saliste de nuevo con “IL duche”? preguntó Gina en broma.
_ Claro que sí ¡Vieras qué lindo día pasamos! Me llevó al Vaticano y salí extasiada. ¡Aquello es algo impresionante! Yo había dado un vistazo cuando llegué, pero sin siquiera bajarme del carro, y esa maravilla hay que verla detalladamente.
Me llenó de emoción la enormidad de la Plaza de San Pedro, su Obelisco central y esa magnífica Columnata Circular desde cuyos capiteles nos observaron las estatuas de los santos. Y gárgolas impresionantes en los extremos de los desagües.
En las puertas de la Basílica, decoradas con relieves, y forjadas en un metal durísimo y pesado, nos esperaban de pie, como dos estatuas, dos soldados de la guardia pretoriana, guardas suizos con el mismo uniforme que utilizan desde muchos siglos atrás. Me sentí protagonista de ópera.
Este es Año Santo, de modo que tuve la suerte de encontrar abierta la puerta y conocer su elegancia con detalle.
Regresamos a casa caminando despacio, y aspirando ese perfume inolvidable de historia, de grandeza, de lujo y de arte, que baña la ciudad.
Salimos por una de las cuatro puertas, la que tiene una pirámide, y bordeando la muralla caminamos por esas calles adoquinadas, pobladas de arbolitos florecidos que revientan en las jardineras de la acera. Camiones en la calle, negocios y comercios, carretones, mercados al aire libre, una ciudad con mucha vida. Amén de la enorme simpatía del pueblo, esos italianos son galantes y divertidos.
Volví feliz, el paseo fue fabuloso. Me encantó visitar la infinidad de tiendecillas alrededor de la ciudad, que venden una gran variedad de artículos, algunos muy finos, objetos de piedad y otros especialmente diseñados para peregrinos y turistas. ¡Roma es genial! Regresé a casa llena de chucherías que compramos por la calle, las pienso llevar a mis hermanas que se van a divertir con ellas de lo lindo. También compré un bello paraguas para mamá, de seda verde forrado en negro y con un mango de plata oscura con piedras, vieras qué bonito está. Es que ya tengo que ir pensando en lo que llevaré porque se acerca el tiempo del regreso. También compré un lindo sombrero para papá, que nunca sale sin ponerse el suyo, y es un viejito muy coqueto y muy guapo.
Pues deberías repetir la salida, no es cosa de sepultarte entre los libros y las partituras, sin acordarte de tu vida social y de la cultura que obtienes con solo visitar cada rincón de esta ciudad.
._ Tenés mucha razón, de hoy en adelante no me pierdo ninguna invitación, estoy ansiosa por recorrer las plazas, los parques, y la campiña, visitar los viñedos, los olivares, mirar esos senderos recorridos por burros cargados, saborear el gusto y el aroma de cada lugar, por si en otra no me veo, como dicen en casa.
_Estoy de acuerdo amiga, debes vivir la aventura que te ofrece la vida, sería un pecado imperdonable dejar de conocer las bellezas de este país. Eso te brinda un barniz de cultura general, de otra forma imposible de conseguir. _ Estás en lo cierto, aquí se respira cultura-.
Mientras al viejo continente era testigo de los descubrimientos y aventuras de Angelina, en San José se graduaba de quinto año su hermana Adela, con las mejores notas de su grado. Matriculada ya en la Escuela Normal de Heredia, la joven se disponía a cursar la carrera docente.
_Mamá, hoy vienen los muchachos de visita por la tarde, quiero pedir su permiso y saber si está de acuerdo en que los recibamos. _ Desde luego hijita, y ¿Quienes piensa que vendrán? _Creo que viene Cleto González con Ascensión Esquivel, y a lo mejor llega Juan Rafael Mora, que me lo prometió, todos están muy metidos en política pero son muchachos simpáticos y muy inteligentes. Estoy de acuerdo linda, recíbalos en la sala de estar, para tener el gusto de compartir con esos muchachos, y ofrecerles un café. Vienen también las García con su señora madre y Estercita Jiménez, ellas pertenecen a nuestro grupo, y les encanta que las invitemos cuando hay reunión. _”Me parece que las señoritas, deben de procurar conocer a sus amigos siempre rodeadas de la seguridad que brinda un hogar bien constituido, con el respeto imprescindible de un señor y una señora responsables. ”Las muchachas que se respetan no salen a buscar amistades a la calle.” Dijo su madre siempre pontificando.
La casa de los Castro Méndez es acogedora y alegre, a todos les interesa el arte, no sólo Angelina canta, Adela declama y canta también acompañándose con la guitarra, la dirige, enseñándole técnicas para su especialidad con el instrumento, el que llegará a ser famoso músico Julio Flores, que pasa una temporada en Costa Rica. Isabel su hermana toca el piano cada vez mejor. Ambas han crecido mucho, son señoritas elegantes y encantadoras, muy sociables y conectadas con lo mejor de la sociedad.
Hay algún tránsito de carretas y carretones en la calle, las empleadas barren caños y aceras, hoy no llovió, por lo que la calle está bastante limpia. Caminan por ella los mensajeros de las oficina, llevando la correspondencia a sus sitios de trabajo, los maestros van saliendo de la escuela, terminadas las clases, y también vemos algún flujo de beatas que se dirigen hacia la Iglesia, las campanas han anunciado el comienzo del Santo Rosario. La tarde transcurrió entretenida, las historias que relatan los amigos son jocosos e interesantes, las risas de las muchachas alegran el ambiente, y solícitas y dispuestas las empleadas atienden a todos sirviendo las bebidas. Con sus naguas al tobillo y largos delantales, las sirvientas de casa, peinadas con largas trenzas, y descalzas, atienden a las visitas como su señora les ha enseñado a hacerlo.
A las cuatro de la tarde se sirve el chocolate, con algunos bocadillos, empanadas de queso, biscocho, y torta de arroz, (torta de novios para los campesinos). A las cinco y media los visitantes se despiden, agradeciendo las atenciones de la familia, se retiran agradecidos. Don Anselmo llegará del trabajo un poco antes de las seis, y agradece mucho que las visitas se hayan marchado, para gozar de la intimidad en familia.
Muy pronto habrá que servir la comida y en cuanto terminen las mujeres de casa deberán retirarse a sus habitaciones particulares, mientras el marido, como es la costumbre, saldrá a dar un corto paseo por la ciudad. Posiblemente vaya a tomar el aperitivo o un café a la cantina denominada. “El Petit Trianón” La elegante cantina de nombre francés, que nos recuerda al Paris anterior a la revolución.
El floreciente negocio de cantina de aquella vieja esquina de avenida central, funcionó siempre como mirador para los jóvenes, que por décadas, generación tras generación, permanecieron, cual muñecos de papel, sentados a sus mesas, o de pie, recostados junto a la pared frontal del edificio, o en su defecto, en la puerta del mismo, para desde allí observar el movimiento de las mujeres que discurrían sobre avenidas y calles de la pequeña ciudad.
Y las muchas mujeres que por allí pasaban, modelando sus pasos como un alcaraván, derramaban miradas como lanzas de fuego, sobre aquellos varones, con gran curiosidad.
Como un raro racimo de varillas de hierro, varias mesas redondas con cuatro bancos altos, piso de mármol, igual al sobre de las mesitas altas, un peldaño de bronce para poner los pies. Azucarera de plata unida con cadena al centro de la mesa, mostrador largo del mismo material, saloneros de negro cual zopilotes ciegos, encima del alambre de la luz, con largos delantales engomados y blancos, fiero conjunto de calas sobre negro carbón.
Azafates de plata, que semejaban lagos, y en la pared espejo nublado de silencios, como un cielo de invierno después del vendaval, un marco de metal haciendo juego, y el largo repisero poblado de licores en botellas de vidrio o de cristal. Aroma de retama, de alcohol y de deseos, aroma de conquista, aroma de pecar. Conjunto de matices, de colores diversos, piropos estropeados y chiflidos sin par. Trasnochada elegancia tipo Siglo XVlll, trasnochada elegancia de un viejo continente, de un Paris trasnochado, de un recuerdo fugaz.
Anselmo, corra bien el cerrojo cuando salga, no sea cosa que quede abierta la puerta y algo malo suceda. _Tranquila Jacinta, duérmase que yo estoy al tanto de lo que debo hacer. _ ¿Las niñas ya se acostaron?
Sí señor, ya están dormidas, entonces buenas noches, ahoritita regreso.
“Más le vale”, piensa entre si la dama, que no está muy segura de esos “paseos nocturnos” que hace su marido.
¿Y cómo va todo en casa? pregunta a Anselmo su hermano Genaro, mientras ambos toman sendas copas de coñac en El Francés, la cafetería de moda. ¿Qué noticias tienes de Angelina?
Gracias a Dios todo va muy bien, Angelina continúa su estupenda carrera musical allá en Italia, y, aunque desde luego nos hace mucha falta, yo estaría de acuerdo en dejarla un tiempo más si lo recomiendan sus profesores, hay que ver la calidad de crítica que ella ha obtenido en todas sus audiciones, es algo que nos tiene asombrados.
En casa, igual Jacinta preocupada como siempre, ya sabes cómo es la cosa con las damas, ellas siempre se están preocupando por todo, no solamente lo que de veras sucede sino lo que podría ser. Es muy cansado. Pero dichosamente todos estamos bien. Gracias por preguntar.
Yo hablé con tu señora esta mañana, y sé que todos allá también están muy bien, le respondió su hermano.
Supiste lo que sucedió anoche en el Club? A don Alejo Sánchez le vino una mala racha y perdió todo su dinero, incluso dicen las malas lenguas que ha tenido que entregar su casa propia con todo adentro, incluyendo los regalos de boda. Pobrecita de doña Juliana, te imaginas qué clase de disgusto?
Alejo es un buen hombre y muy trabajador, pero este vicio del juego es algo temible, no lo pueden evitar. Dichosamente a la esposa no le dio un soponcio con la noticia, el cargo de conciencia sería insuperable.
Y que va a hacer ahora esa familia? Con las hijas en colegios privados y el tren de vida que han llevado siempre? Pues socarse la faja, ¿Qué otra cosa les queda? Tienen que irse a vivir a una casita pequeña que tiene su señora en Orotina, gracias a Dios eso no se fue también, es increíble la irresponsabilidad de algunas personas.
Si, dados a escoger entre el licor, el juego y las damas, creo que el último de los tres vicios es el más placentero y el menos peligroso. Aseguró Genaro. Atenete al Santo y no le recés, dijo su hermano.
¡Buenas tardes señores! Qué placer encontrarles por acá. El propietario del negocio, don Luis Sepúlveda, ha hecho ingreso al local, y se detuvo a saludar a los hermanos Castro, de quien es muy amigo. ¿Qué cuentan de nuevo?
Y en la política? Este es tema difícil y espinoso, los señores se entusiasman y la noche corre rápida como el viento.
En el cielo estrellado luce una luna nueva, la ciudad duerme bajo la cobija oscura maravillosamente iluminada. Las nubes se retratan sobre calles vacías como sombras que viajan surcando el firmamento, y en los árboles titilan las luciérnagas, cantando bulliciosas entre las ramas tiernas.
Hoy el tranvía no corre, es noche de luna, y todas las casas ya están cerradas. El policía de la esquina pasa sacudiendo todos los portones a ver si alguno se olvidó de cerrar, en ese caso toca el timbre para que los de adentro vengan a atrancar bien la puerta.
De la cantina de la esquina llega el murmullo de una conversación. Dos borrachillos discuten entre tragos de guaro y boca de frijol.
Y los señores Castro Méndez continúan con su conversación: _A mí me parece un desatino el hecho de inducir a las clases educadas de la sociedad, el gusto por los estudios militares, como pretendió hacer don Rafael Orozco en su libro “El Juego de la Espada” dedicado al presidente Castro Madriz. Nada más inconveniente que a los muchachos jóvenes se les obligue a ir a la guerra cada vez que haya una conflagración.
Tenés toda la razón, es increíble que a estas alturas el país no consiga sacudirse del poder militar, absolutamente perjudicial para el progreso y estabilidad de la nación. ¿No le parece amigo?
Hoy por hoy tenemos varios emplazamientos militares, el Cuartel Principal, con el coronel Santiago Millet al frente, el Cuartel de la Artillería, al mando del capitán Alejo Biscouby, la Comandancia de Alajuela al mando de don Florentino Alfaro, y la Comandancia de Cartago, al frente Indalecio Sáenz. Yo pienso que ya habría que pensar en otra alternativa. Así no se puede progresar. De viaje cuatro cuarteles sin contar con el Bellavista, para un país tan pequeño como el nuestro, y con tan pocos habitantes!
Si, es el colmo! Y además que a todos nos toque mantener a una clase militar que no hace nada, a costillas del pueblo.
Recuerden cuando el presidente Jiménez fue capturado en la calle por un grupo al mando de don Juan Rafael Carazo, y llevado al cuartel, que con gran rapidez sitió el Coronel Guardia, izando la bandera blanca.
El cuartel de la Artillería. se entregó. De previo hubo una asamblea pública que abolió la Constitución y desconoció el gobierno de don Jesús Jiménez.
Aquello fue el resultado de los cuatro cañones que Guardia envió, con sus destacamentos a la orden de don Próspero Fernández y otros, que los colocaron en la plaza, (hoy parque Central), tres cañones, dando un plazo de veinte minutos para la rendición. ¿Se imagina usted el horror de los pobres soldaditos casi desarmados ante tal amenaza?
Fue un golpe magistral, que ha mantenido a Guardia en el poder, directa o indirectamente por más de doce años. Cartago, cuna del ex presidente Jiménez, fue la única ciudad que presentó resistencia.
Guardia se apoderó no solamente de la parte militar para lo cual fue llamado, sino del gobierno en general.
Si amigos, yo no veo clara la política en nuestro país, ha de pasar posiblemente mucho tiempo para que de verdad tengamos paz.
Los amigos se levantaron de la mesa al toque de las doce.
Me imagino lo preocupada que estará Jacinta por mi retraso, dijo don Anselmo, suerte que estuvimos los dos juntos, por aquello de las dudas, añadió dirigiéndose a su hermano, con un gesto de asombro y mirada pícara. Buenas noches amigos, que haya suerte. Hasta mañana hermano, saludes por la casa, nos hablamos mañana.
Doña Jacinta no ha pegado los ojos, se acostó desde las ocho, después de rezar el rosario se durmió, pero a las diez se despertó para usar el bacín, y esperando a Anselmo la noche se le hizo eterna, se hizo la dormida cuando lo escuchó abrir la puerta principal. “Quisiera yo saber qué es lo que este viejo sale a hacer todas las noches”, murmuró molestísima.
Angelina continuó su carrera de definitivo ascenso, las presentaciones se suceden y cada una tiene mayor impacto que la anterior, dentro de un público que ha aprendido ya a reconocer su voz. En la academia obtiene las mejores calificaciones, y en casa de los Castegnaro e ha aprendido a ser feliz.
Desde luego extraña mucho a los suyos, pero ahora disfruta de los momentos de ocio, haciendo largos paseos con sus amigos y amigas, y procurando conocer todo lo que puede de la bella Italia.
Con Cristina y Flora, sus hermanas actuales , va a menudo caminando hasta el boulevard cercano, entre esas hermosas y florecidas calles de adoquines, llenas de historia, de recuerdos, monumentos y rincones, ha aprendido a amar a esa nueva patria tan distante de la suya.
¿Y adonde piensan ir este fin de semana? Pregunta Gina mientras ambas miran una película en un cine de barrio, cercano a casa.
Pues hemos decidido visitar al menos por unos pocos días las islas de Córcega y Cerdeña, el Conservatorio tiene una excursión planeada para ir a esos sitios y yo estoy entusiasmadísima, porque solamente así en grupo me será posible hacerlo.
También ansío visitar de nuevo Florencia, aunque conozco ya, porque en ese paraíso romántico, de arte puro, nunca termina uno de de admirar tanta cultura. Con mis compañeros estamos programando esas excursiones, para ver si logro ir a esas ciudades antes de mi partida, que se acerca peligrosamente, ya no me queda casi tiempo.
Y ni que te diré de Milán, solamente con pensar en el teatro de la Scala, presiento lo genial que será cantar allá. Tengo una invitación para presentarme con un grupo de estudiantes, y no veo la hora de llegar.
También deseo visitar por tiempo más prolongado la ciudad de Venecia, paraíso de puentes y barcazas que nos hace vivir un cuento de hadas.
En fin, es demasiado ambicioso de mi parte pretender hacer todo lo que me gustaría. Ni el dinero es abundante, y la beca no da para tanto, pero tengo varias presentaciones en sitios culturales, algún estipendio me darán por eso, y confío que sea suficiente para cumplir con mis anhelos de conocer más de este maravilloso país, al que le debo tanto.
¿Y tu mamá que dice a tantos planes? Pues se los voy diciendo poco a poco, está feliz porque se acerca mi regreso a casa, y por eso pienso que tolera mis proyectos de tantos paseos. No le agrada oponerse a mis deseos estando yo tan lejos, ella piensa, con razón, que aquí estoy sola, y que posiblemente no tenga otras oportunidades como ésta.
También salí la otra noche con Giuseppe, fuimos a Piaza Navona, vimos a todos esos artistas estupendos ofreciendo sus pinturas, y subimos a pie hasta el Sagrado Corazón, para escuchar la Misa y dar gracias a Dios por tantas cosas buenas. Esa enorme capilla blanca con sus hermosos frescos, en el cielo raso, el Sacre Coer tan imponente, cada vez me gusta más.
Terminando el año de 1893, Angelina, ilusionada por ver a su familia, pero llorosa por dejar atrás aquel país de ensueño que tan buena acogida le dispensó, se preparó para regresar a casa.
Cruzando la maravilla azul turquesa del océano, las gaviotas fueron confidentes de su pensar, su ilusión y sus recuerdos. Como cintas de plata sobre el mar luminoso y estridente, quedaban las estelas que fue dejando el buque, a lo largo del ancho camino que la llevaba a casa, lejos del viejo continente, lejos de sus amigos y compañeros, devolviéndola al fin al pequeño villorrio, y a su familia propia, que ansiosamente la esperaba.
Coronada de triunfos, convertida en una bella y culta mujer, bajó del barco en que viajó, del brazo de su padre que orgulloso fue a recogerla al puerto, entre clamor de muchas voces nuevas, que rodeando el muelle en el puerto le ovacionaron conscientes de su proeza.
No era común en aquel tiempo, que una joven mujer se lanzara a perseguir sus sueños, viajando sola hasta otro continente.
Su madre esperó en casa, no tuvo el valor de viajar hasta el puerto, estaba ya más vieja y la emoción era enorme, prefirió esperar en casa a la hija amada, preparando una fiesta espectacular con que la recibiría la familia en pleno, amistades y gentes de gobierno.
Sí aceptó de sus hijos que la llevaran, luciendo las mejores galas, a la estación del Atlántico, donde en el tren de Limón, la joven cantatriz haría su triunfal entrada a San José.
El revuelo en la familia y en la ciudad fue monumental. Todos hablaban del tema, en una ciudad pequeña donde no pasa nada, un hecho de tal calibre tenía a todos visiblemente trastornados.
Las puertas de entrada a casa se adornaron con Uruca y banderolas con la bandera nacional. El hogar Castro Méndez era un avispero a punto de reventar. Los floreros estallaban repletos de las mejores flores, los vecinos trajeron viandas y frutas para la mesa espectacular. Los parientes y conocidos enviaban tarjetas de felicitación, dulces caseros, plantas decorativas, ramos de guarias blancas, gallinas preparadas y cajetas de leche, hasta una pierna de cerdo y un cerdito encebado mandaron los parientes.
Llegados que fueron a la Estación del Ferrocarril al Atlántico. Angelina bajó del coche presidencial, que, para la ocasión, puso a su orden el gerente de la Northern. Descendió la cantante aquella escalinata con una hermosa sonrisa, saludó con elegancia, y lanzándose a los brazos de su madre que casi se desmaya, también lloró.
En un rincón de la estación, esperaban abrazadas sus dos hermanas menores, Adela e Isabel, convertidas en dos bellas jóvenes, que, no pudiendo aguantarse las ganas, corrieron a formar un solo cuerpo con su madre y su hermana, en un enorme abrazo que las juntó a las cuatro.
Don Ángel Anselmo discretamente, secó una lágrima con su pañuelo blanco. Y todos se encaminaron a la calle, para tomar el landó, camino a casa. Vecino a la estación, había un espacio donde muchos coches esperaban por los pasajeros. Ellos tomaron el primero de la fila.
¡Pero qué lindas están mis hermanitas! dijo Angelina sonriendo cariñosa, si ya son dos jovencitas casaderas, vengan acá chiquillas, que no me canso de sentirlos cerca a todos. A usted mamá, cómo la encuentro de bien, qué alegría saber que todos están sanos y felices, estando lejos yo me la pasaba preocupada por ustedes, no quería pensar en que algo malo pudiera sucederles.
Gracias a Dios ya estamos juntos y todo está perfecto, dijo don Ángel Anselmo con gran cariño. Por cierto mi hija, el domingo entrante iremos todos a pagar la promesa que hicimos a la negrita si la traía a usted bien, tenemos que ir a la Basílica a participar del Te Deum que encargamos para dar gracias a Dios por todas sus bendiciones._ De acuerdo papá, me parece muy bien, le agradezco por pensar en todos los detalles.
Una vez llegados al frente de su hogar, a Angelina le corrían las lágrimas por las mejillas, al encontrar a las personas del servicio de su casa, y a los vecinos, esperando de pie para ovacionarla en un gran recibimiento.
Desde el policía de la esquina, el motorista del tranvía, y los mensajeros, se acercaron a saludarla y a felicitar a sus padres por el enorme éxito de la muchacha. Los gamines de la calle, el zapatero de a la vuelta, el pulpero y la mujer de las tortillas, todos ellos se hicieron presentes en el agasajo merecido que se brindó a la cantante criolla.
AHORA SI LO SENTÍA, ESTABA EN COSTA RICA.
Dentro de casa se armó la fiesta. Adela, la hermana, tomando la guitarra comenzó a cantar a coro con algunas compañeras, Chabela tocó el piano para acompañarlas, hubo declamación de poemas, cantos sacros y populares, y la fiesta se prolongó hasta ya muy entrada la noche.
La comida estuvo deliciosa mamá, todo exquisito, no tiene usted idea de la falta que me había hecho esta comida casera tan sabrosa, moría por comer una tortilla con queso, o un plato de natilla con sal, una guaba, un mango cele, un frío fresco de cas, o un plátano maduro.
Gracias mi hijita, todo es poco para mostrarle nuestra alegría de tenerla de vuelta en casa. Dios la bendiga por causarnos tanto orgullo con su éxito, pero que no le entre la vanidosa, acuérdese que todo lo debe a Dios, solamente Él es quien nos da sus dones, y también nos los puede quitar, porque somos suyos, su creación.
Si mamá, yo sé todo eso, y le doy gracias a Dios y a mis padres por haberme brindado esta oportunidad._ También al señor presidente, acuérdese, dijo la doña,_ si mamá. También a él.
Y dime Adela, tenés novio?, preguntó Angelina en voz baja, cuando ambas estaban en su cuarto sacando la ropa del enorme baúl de viaje. Adela enrojeció hasta la raíz de su cabello, y escondiendo los ojos quiso desmentir a su hermana mayor, pero Chabela soltó la risa y las tres estallaron en carcajadas.- No, respondió al fin Adela, novio no, pero hay un muchachillo que me gusta, ah bueno, ojalá sea un buen muchacho, ya me contarás cuando te parezca.
Qué bellezas trajiste hermana, es para no cansarse mirar tantos objetos de buen gusto. Lo último de la moda en Europa viene acá. ¿Gastaste demasiado dinero?
Pues dichosamente no tanto, con lo que me pagaron por mis presentaciones públicas, (aunque casi siempre lo hice gratis y a beneficio de alguna institución de caridad) algo me quedó y pude hacerme de algunas prendas muy especiales, claro que son para todas, ustedes pueden usar lo que deseen cuando lo tengan a bien, o lo necesiten.
¿Y esta maravilla de peineta alta, de carey y ese mantón? Fueron regalos del señor embajador de España en Roma, porque canté en una audición que él promocionó para los pobres de su país. También agregó al regalo varias castañuelas, una guitarra flamenca y algunas panderetas, para que las ofrezca en su nombre al Conservatorio de Santa Cecilia. ¡Qué buena idea!
Al fondo de una gaveta del baúl de viaje, viene una larguísima boa de plumas blancas, obsequio de don Alvice y su familia. Guantes largos rebordados en perlas, hebillas doradas para largas bufandas de color.
También vienen dos cajas con sombreros alones de los de “paja Italia”, tocas de fieltro con velo de encaje y plumas, lo último que ha decretado la moda en el atelier de los diseñadores.
Los trajes de telas gruesas y brillantes, son de maravilla, con cola larga, tontillo y sobrefalda, escotes muy profundos algunos, y otros de cuello alto, mangas largas con puño, y zapatillas altas, también botines de cuero y tocados de pedrería para el cabello.
Las hermanas y vecinas no pueden cerrar la boca del asombro que les causa el ver objetos tan exquisitos en el equipaje de Angelina, cada caja que sale es un nuevo motivo de escándalo para las muchachas, que, de píe ante el espejo, se miden por encima todo lo que va sacando la viajera, y dan sus opiniones al público presente, sobre lo hermosa que cada cual se mira.
Otro capítulo importante es el de la ropa interior, los cubre-corsé de encaje, los calzones largos con adornos y cintas, la faja de cintura con sus muchos ojetes para pasar la cuerda, con el que la muchacha agarrada del paral de la cama, permite que la empleada le apriete hasta que ya no pueda respirar, para lucir luego la “cintura de avispa” que está de moda.
Y los muchos fustanes de seda y de hilo (engomados) que se colocan bajo la falda para obtener la figura clásica del momento. Los cabellos trenzados en moños y guedejas, con bucles sueltos y adornos llamativos.
Anteriormente se utilizó el llamado tapa-busto de hilo, que se apretaba sobre la doncella para aplastar su pecho. La moda de hoy ha suprimido su uso, y más bien favorece escotes profundos y prendas que lo eleven. Eso todavía en San José no se considera, es demasiado provocativo.
Angelina, a pesar de ese trusó tan exquisito que trajo, regresa sencilla y espontánea a utilizar la misma moda que se acostumbra en Costa Rica, una falda larga, una blusa modesta, delantal para estar dentro de casa, y sus zapatillas. Sin embargo su belleza recibe las miradas admirativas de quienes la frecuentan, es una bella mujer.
El asunto del recibimiento dura ya varios días, y doña Jacinta está desesperada por que cese la visitadera, porque ya no dan con el gasto, a diario hay huéspedes almorzando, comiendo o tomando café en casa de los Castro. Nadie puede espantar a aquella cantidad de mocitas, primas, amigas o compañeras de la viajera, que pretenden estarse todo el día admirando las galas que esta ha traído de Europa, y la conversación tan amena, la alegría de las Castro, no permiten que el abuso termine, doña Jacinta ya está a punto de “botar el tapón”.
“En camino largo hasta la jeta pesa” Piensa la dama, y “Está bueno el culantro pero no tanto.” “Lindas son las visitas cuando llegan, pero mejor cuando se van” “A grandes males grandes remedios” y corrió a poner tras de la puerta principal, una escoba con sal.
La noticia del triunfal regreso de Angelina Castro viajó a lo largo y ancho de la ciudad, y cada familiar lejano, aunque no hubiese tenido mucha cercanía con la familia, encontró primordial presentarse de visita para felicitarlos y enterarse de las novedades, y de paso ver el trusó de Angelina y tratar de imitarlo. Luz Castro, la sobrina, propietaria de una tienda de sombreros, fue una las beneficiadas, a quien las nuevas ideas le vinieron bien. Otras cosían ajeno y también admiraron los nuevos estilos. Igualmente se copiaron las modas de peinados, peinetas y lazos, flores y velos, brotados del famoso baúl.
Desde tiempo inmemorial en Costa Rica la clase alta había hecho sus encargos de compras a la casa francesa “Au Bond Marché”, de allí vinieron juguetes y ropa para la aristocracia, pero esto de Angelina es lo último, recién salido del horno, los pedidos de diciembre ya pasaron de moda, y habrá que esperar otro año para hacerlos de nuevo.
Angelina regresó y fue recibida como lo merecía, pero su descanso fue muy corto, porque de todas partes comenzaron las solicitudes para que cantara en kermeses, inauguraciones, festejos y presentaciones teatrales, también era muy solicitada por las Iglesias para cantar Misas y otras celebraciones. Con actitud ejemplar, la muchacha estudiaba sus escalas cada día, y la voz hermosa se desarrolló al máximo, creando para ella un enorme grupo de fans.
Fue convidada a cantar en el centenario del nacimiento de don Joaquín Bernardo Calvo Rosales, hombre distinguido y apreciado, quien se hospedó en la casa en que hoy vive Don Miguel Angulo. Angelina llegó escoltada por el señor don Cano Aguilar y obtuvo un resonante éxito.
También se le solicitó participar del homenaje a José Martí, en un Festival Artístico que se dio en 1894, adonde asistió acompañada por el General cubano don Antonio Maceo, quien recibió varios disparos durante el curso de esa reunión- El general Maceo murió en Cuba, dos años después, en el combate de Punta La Brava. Fue el General Antonio Maceo y Grajales de la Caridad, mulato, el primero de nueve hijos del hogar de su padre español con madre criolla. Héroe del Ejército cubano durante la guerra de la Independencia, había nacido en 1845, y murió en 1896, en Santiago de Cuba. Su presencia en Costa Rica marcó un hito en la historia.
Acompañada por el Dr. Antonio Zambrana, político cubano que había llegado a Costa Rica el 27 de abril de l876, y al que posteriormente expulsaron del país por un discurso vehemente que molestó al gobierno, también por su hermano y un escritor nicaragüense que días después fue asesinado a tiros en el Parque Central de San José- Angelina asistió a cantar en el homenaje que se ofreció a beneficio de la Guerra de Independencia de Cuba.
Todo esto nos indica el clima de violencia que imperaba en aquel tiempo, cuando el espíritu del costarricense estuvo con el pueblo hermano de Cuba, y en contra del colonialismo. Y también la influencia definitiva que aquellos políticos cubanos tuvieron entonces en nuestra vida política.
En el año de 1895, Angelina se presentó en una función del Teatro Variedades, una hermosa fiesta que organizó la Sra. Ada le Capellain de Fernández, a beneficio del Asilo de los Incurables. Allí fue Angelina, con su canto, una de las notas más brillantes del evento-
Aquella misma noche, entre la concurrencia se encontraba el señor Marqués Jerónimo Mertignioni, italiano de la Casa de Malti Ferone, recién llegado al país, quien se hizo presentar a la joven y bella cantante de quien quedó prendado, la atracción entrambos se estableció en ese momento.
El día 15 de setiembre del mismo año de 1895, durante la inauguración del Monumento Nacional, Angelina en el balcón de la histórica casa de don Tomás Guardia, que sería después Casa Presidencial, contemplaba pasar al cortejo. De repente observó que junto con su hermano, el coronel Tasio Castro, venía el joven Marqués, el hombre de sus sueños.
El Marqués entró a la casa de Guardia, saludó y pidió permiso para subir al balcón donde Angelina estaba, se presentó saludando amablemente a las personas allí reunidas.
En un aparte ellos conversaron y formalizaron su compromiso matrimonial. Sabemos por la historia que la pareja vivió un apasionado romance, la boda se concertó para el día 16 de julio de 1897.
En el hogar Castro Méndez, Todo eran preparativos, la alegría brotaba de las flores, y del canto de Angelina. Las fámulas del servicio, el cochero, y los empleados, de vieron beneficiados con la fresca bocanada de amor que se había envuelto entre sus gazas los jardines y secciones de la casa. Música que cantaba desde todas las ventanas, la luz purificaba el aire, y la fuente central estaba congestionada por multitud de pajarillos revoloteando al sol. Mariposas azules y doradas sobre las plantas, como un mensaje a aquel genuino amor sincero y puro. El amor había tomado la casa por asalto, padres, hermanos y parientes cercanos, sintieron el embrujo aquel.
Desde Italia viajó la señora Marquesa con el objeto de acompañar a su hijo en esa fecha tan importante para su vida.
Fue recibida la señora Marquesa por los señores Castro Méndez que prepararon para ella una habitación colmada de detalles, agradeciendo a la amable extranjera que hubiese recibido con agrado la noticia de la boda de ese hijo único a quien ella idolatraba.
A la marquesa le agradó Angelina, fue con ella cariñosa y amable, y mostrando su exquisita educación, se avino a las incomodidades propias de una casa de familia pletórica de gente, en una ciudad y un país pequeño y pobre. Ella era una mujer adinerada y noble, y vivía en Italia, rodeada de lujo.
El marqués estaba en visita permanente en casa de sus suegros, no toleraba la idea de separarse un momento de su amada Angelina.
Don Ángel Anselmo trató de ser moderno y cosmopolita, y contra su costumbre dio cara a la nueva situación, tratando que la estadía de ambos italianos en su casa fuese lo más placentera posible.
Doña Jacinta no daba a basto con todos los detalles por programar, se ocupaba de la cocina, porque aquella gente comía cosas muy finas y diferentes a lo acostumbrado en casa. Trataba de que todo estuviese limpio y presentable, se ocupaba de que a las visitas no les fuera a faltar toalla en el baño, loción, polvos de talco, mil detalles pequeños que le podían pasar desapercibidos.
Trataron asimismo de invitar a personas originarias de Italia, con quienes la señora Marquesa pudiese conversar, en casa solamente Angelina hablaba el italiano fluidamente.
Los novios salían juntos a visitar almacenes, para comprar la ropa de casa y los enseres que necesitarían para su nueva vida. Todo era ilusión, todo proyectos de felicidad, vislumbraban ellos un futuro dichoso, un paraíso para dos que podrían compartir eternamente.
Cada entrada a la casa de soltera, era una revolución de papeles tirados, cajas vacías y bolsas arrugadas, manteles, sábanas, cobijas, ollas sartenes, lozas y cristales. Espejos y picheles, vasos altos y bajos. Macetas de porcelana, objetos de plata, cuadros, un gramófono, un filtro para el agua, marcos para el retrato de bodas.
Contratado el fotógrafo encargado del logotipo de los novios, y la orquesta para amenizar la cena de bodas, las flores de la iglesia, las invitaciones y participaciones, y la lista de visitas de padrinos.
Así pasaron varias semanas, hasta que la fecha de la boda se acercó, y hubo que tomar resoluciones para el futuro inmediato. En el pensamiento del Marqués, y a pesar de todos los proyectos, continuaba la indecisión.
¿A ti qué te parece querida mía? Serías capaz de regresar conmigo y con mi madre a Italia, dejando de nuevo a los tuyos, cuando terminas de regresar a ellos?_
Por ti yo haría cualquier cosa, lo único imprescindible es que estemos juntos, no importa adonde sea, siempre que estés conmigo.
Gracias querida por tu gran comprensión, piensa que cuando estés, por ejemplo, esperando a nuestro primer hijo, va a hacerte falta tu madre, tus hermanas, tu familia. Mi madre es una mujer buena y justa, pero es muy europea en su manera de vivir, mucho me temo que con ella no tendrías un gran consuelo.
Por otra parte la situación política en Europa es muy difícil, la vida es mucho más cara que aquí en América, y también las costumbres son menos favorables para formar una familia, para crear hijos sanos y fuertes, este lugar es el indicado.
Una de las cosas que me inclinan a permanecer en esta tierra, es que no tenemos aquí la obligación del servicio militar, fantasma que oscurece allá la vida de los padres.
Pues como tú quieras amor, yo estoy dispuesta a aceptar lo que decidas, me da pena que dejes a tu madre, pero si de verdad crees que quedarnos será mejor, yo estaré de acuerdo. ¿Qué más puedo pedir que tener aquí juntos a todos mis amores?
Ya veo a nuestros hijos jugando en el regazo de mi madre, o haciendo caballito sentados sobre el cuello de papá. Tendrán una familia grande, llena de niños sanos y felices. Muchos primos y primas jugueteando alrededor de los abuelos.
Una vida en familia como la que nuca tuve, dijo el Marqués. Allá estaríamos solos los dos, junto a mi madre, pero no hay más familia.
Y en el caso de alguna conflagración, siempre estaría el fantasma del ejército interpuesto sobre mí y sobre nuestros hijos varones.
Eso realmente me aterra.
Por las noches, una vez que se hubieran despedido, ambos jóvenes pensaban y pensaban sobre el tema a decidir.
El Marqués se había enamorado no solamente de Angelina, sino también del estilo de vida de esta ciudad pequeña y tan sencilla, adonde la gente aún podía vivir feliz.
¿Regresarían a Italia? ¿Permanecerían en América? La situación de la madre del novio era el problema. De quedarse la pareja a vivir en Costa Rica, le correspondería regresar sola a su tierra, dejando aquí a su único y amado hijo. Sin embargo a la señora, según declaró, lo que más le preocupaba era la felicidad del muchacho. De forma más que prudente evitó intervenir en esa decisión.
Después de pensarlo mucho y comentarlo con Angelina y con su propia almohada, el joven tomó una decisión, manifestó su deseo de radicar en Costa Rica. Aquí quería fundar su hogar y criar a su familia.
¿Y adonde te gustaría vivir? le preguntó Angelina,-¿Querrías comprar una casa aquí en la ciudad, cerca de mis padres? Está la alternativa del comercio, podríamos poner una tienda, o un restaurante de comida italiana, que ya aprendí algo de ella, o una tienda de música para los aficionados que quieran comprar instrumentos y partituras, yo he dejado en Europa mis contactos y no sería difícil para mí tratar de hacerlo.
¿O prefieres adquirir una finca en el campo, donde podrías trabajar en lo que conoces y te gusta? Podría ser una finca para agricultura, o ganadería. También podría ser en otra zona, por ejemplo en la zona bananera que ahora está en su clímax de producción, o sacando madera de la montaña, que aquí es exuberante, todo aquel que lo ha intentado se ha vuelto inmensamente rico.
Ya he tenido algunas conversaciones en el Club con agentes de bienes raíces, que me presentaron tu padre y tus hermanos, ellos me están buscando algo adecuado para nuestras necesidades.
Realmente lo que quiero es algo fuera de la ciudad, aquí todo es cercano, de modo que en cualquier circunstancia podremos llegar pronto adonde tu familia, nada está tan lejano que sea difícil volver a la ciudad.
Sueño con tener un enorme jardín, una terraza volada que tenga vista al mar, una estancia que se pueda llenar con el eco de tu voz acariciando el piano. Me encantará estar solo contigo, no es egoísmo, pero te quiero mía, únicamente mía mientras llegan los hijos. Uno, dos, tres loquillos gateando en nuestra cama, sus risas, su alegría, su amor, sería la gloria.
Ambos disfrutaban al unísono de aquel sueño que parecía tan cercano, faltaba realmente muy poco para lograr lo intensamente deseado, muy pronto serían marido y mujer, nada más importaba.
Atendiendo a una oferta que se le presentó, y que parecía muy conveniente, el señor Marqués compró una finca en la región Atlántica. Después de ultimar los detalles de la compra de la propiedad, el día 1 de julio partió hacia su destino, para conocer la futura residencia y hacer los preparativos para recibir a su joven esposa.
Llevaba un cargamento de todos los objetos adquiridos por ambos en los últimos días, llevaba también hinchado el corazón con la esperanza de felicidad eterna que soñaba, al lado de su bella Angelina, en aquel paraíso tropical.
Al bajarse del tren, tuvo un mal presentimiento. En un momento dado sintió, como una lanza, el frío que le entraba por los huesos, y cómo, un zopilote negro como la noche, graznando fuertemente se lanzaba desde una palmera para casi caer contra su cara, aquella ave agorera casi le atropella. Sacudió todo mal pensamiento y trató de olvidar aquella circunstancia.
Un propio le esperaba, para llevarle a sus recién adquiridos dominios. Montaron en un burro car, que esperaba en la línea, y marchó dispuesto a enfrentar el futuro. Aquella misma noche recibiría Angelina el telegrama que puso el propio a instancias de su enamorado.

Srita Angelina Castro Méndez 1 de julio de 1897
C/o de don Anselmo Castro
Ciudad
“Todo está bien aquí, el viaje en ferrocarril excelente, la finca es perfecta, el clima un poco caliente, te amo mucho, Recibe un beso de tu
Jerónimo.
Un malestar indefinible le acosaba, la cabeza le dolía enormemente, estaba mareado y con el estómago revuelto, tenía alta la temperatura.
Pensó que sería a resultas de la fuerte emoción, y el enorme calor. Aún así caminó resueltamente tras el peón que le había conducido a la finca.
Se siente bien patrón?, preguntó el hombre al verlo demacrado.
Si, no se preocupe Toribio, posiblemente sea por el viaje y el cambio de clima, vamos a ver la casa. El jardín era hermoso, tenía varias palmeras colmadas de pipas, un macizo de papiros, y varios almendros. También había clavelones, algunos florecidos, y un árbol de cacao.
La propiedad estaba bien cuidada, las cercas de bambú como le habían explicado, la casa de madera montada sobre pilotes, como todas las de la región, para evitar inundaciones, tenía amplios corredores forrados en cedazo, altos los techos y estaba recién pintada.
Subieron las gradas del porche, de madera fuerte, y entraron a la casa. El clima era demasiado caluroso, al menos estaría alrededor de los treinta y ocho grados aquella mañana, sin embargo el Marqués temblaba de frío.
Abrió las llaves de agua, llegaba bien a la cocina y al baño, había bombillos en todas las habitaciones, el piso estaba algo empolvado, pensó en encargar al peón que al siguiente día le trajera una vecina dispuesta a emplearse para limpiar la casa y posiblemente ser cocinera, lavar y aplanchar para la pareja. El peón se marchó, después de entregarle las llaves y explicarle cómo manejar la planta de luz que estaba bajo el piso.
Jerónimo se sintió mal de repente, y no pudo más que tenderse en el que sería dormitorio de la pareja, en un camón improvisado, del que no logró salir más. Allí cayó seriamente enfermo, contrajo la fiebre amarilla, y en estado de suma gravedad fue trasladado a la capital, al hospital, adonde la ciencia médica nada pudo hacer para salvar su vida.
“Tan poderosa y fuerte como el viento, el ave aquella le enfrentó al ocaso…”
Murió el Marqués el miércoles 8 de julio, ocho días antes de la supuesta fecha de la boda. Murió en estado de semi inconsciencia, creyendo que ya estaba casado con Angelina.
La madre enloquecida viajó a Italia de regreso, ni se despidió de nadie ni dio las gracias, esta tierra le había proporcionado el mayor dolor de su vida, volvía a la suya con las manos vacías, enterrado quedaba atrás su hijo idolatrado.
La tristísima novia cayó en la más profunda depresión, sin explicarse esa broma cruel de su destino, que habiendo puesto antes sus ojos la felicidad soñada, de un solo golpe le arrebataba todas sus ilusiones.
Nunca volvió a enamorarse, ni a aceptar cortejo alguno, y desde luego jamás se casó. Dejó de cantar para el mundo, Consoló su dolor dedicándose a cantar en las iglesias, únicamente música sacra que como una escala de luz llevase al Señor la historia de su enorme pena.
Un canto triste que pudiese alcanzar el sitio lejano donde el alma de su amado le pudiese escuchar, un sitio adonde llegaría el embrujo de su canto, carente ya de toda fantasía, de cualquier ilusión.
El Marqués de Mertignioni fue enterrado en Costa Rica. Después de un tiempo su madre pidió el cuerpo del hijo, que le fue enviado a Italia.
En otro mes de julio de otro año, veintiún años después, en 1918, murió Angelina Castro Méndez, la de la voz de plata.
No era ya más que una sombre de la que fue. Su belleza y su gracia ocultas bajo el traje negro y la eterna toalla sobre cabeza y rostro. Callada y triste, silenciosa y huraña, alejada de todos y sola en su penar.
A su petición se le enterró en la tumba dejada por el cuerpo del Marqués, la Junta de Caridad no puso obstáculos para ello- Gestionaron su entierro don Alejandro Aguilar Mora, Cano, y su sobrino Octavio Castro Saborío.
Escribiendo esta historia verídica, de nuevo viene a mí el recuerdo de mamá, y de su inmensa sabiduría, cuando me aseguraba con toda propiedad:
_” No mi hijita, eso es cosa de novela, de amor ni de dolor se muere nadie.-“
COPI SALAZAR






lunes, 19 de abril de 2010

mis primeras poesías

RECOPILACIÓN DE MIS PRIMERAS POESÍAS
EL HOGAR EN QUE NACÍ
Yo nací en un hogar fuera de serie
Fuera de tiempo y fuera de costumbre
Mi padre ausente de actitud distante
Un hombre de gran mundo, resentido
Acarreando las penas de la infancia
Y la ausencia de amor que había tenido.
Y una mujer atenta y cariñosa
Que mantuvo el calor y la esperanza.
Amplios de mente y sin falsos pudores
Papá y mamá, personas de avanzada
No comprendieron nunca los prejuicios
De aquella sociedad tan atrasada.
Para las mentes fatuas fue locura
La forma de vivir de mis mayores
A menudo había música y guitarras
Que brotaban de todos los balcones.
Licor, declamación de poesía
Baile flamenco, castañuelas, danza
Aquella era reunión de algarabía
Que terminaba hasta la madrugada.
Luego papá regresaba a su montaña
Por unos pocos días, con gran premura.
A la rutina, al árbol, a la brisa
A encontrar otra vez la paz del alma
Y a reanudar el esfuerzo de su vida.
Otra vez ella y yo, solas y tristes Continuábamos siendo compañeras
Ella volcó en mi vida su dulzura, Me enseñó a ser feliz a su manera.
























Su vida y su ilusión, fue la montaña.
Fue caminante de todos los senderos
Volando al cielo como lo hace el ave
A los pies del creador, dejó sus miedos.





CASA DE MUJERES
Solo mujeres siempre, la casa de mujeres
La madre, la sirviente, la tía conflictiva
Y una niña pequeña, y siempre temerosa
Tratando en vano de comprender la vida.
Un mundo de mujeres,
De mujeres celosas, de mujeres heridas
Una mujer enferma que enfermaba los días
Y una mujer muy débil y muy comprometida
Para romper los lazos que arruinaron su vida.
Como un ave de paso y sólo por momentos
Aparecía el padre, fugaz y descontento
Quería en su hogar dulzura. Quería intimidad
Compartir con la esposa y la hija, nada más.
Perdida la esperanza de un nuevo comenzar
Se alejaba de nuevo, cada día más y más…
La niña desgranaba de noche su tristeza
Abrazada a su almohada se ponía a llorar.






















MISA DE PRIMER VIERNES
La enorme nave lúgubre, alumbrada con velas
Aquella gran Iglesia repleta a reventar
Misa de Primer viernes, de seis de la mañana
Todo el mundo en ayunas se apresta a Comulgar.
Te siento arrodillada a mi par, en la banca
Desgranando oraciones, enseñándome a orar
A orar con tus palabras, a cantar tus canciones
Guiando siempre mis pasos, enseñándome a andar.
El ayuno obligado, el frío de la mañana
El Cuadro de las Ánimas que está junto al Altar
El órgano severo, con sus acordes graves,
Todo eso me asustaba y me hacía desmayar.
Pero siempre a mi lado, en el reclinatorio
Las manos frías y bellas, prestas a consolar
Oh sombra bendecida de todos mis recuerdos
Oh sombra bienhechora, oh mi ángel tutelar!
Oh madre generosa de la entrega constante
Tu ausencia no es ausencia,
Porque en ningún momento
Te he llegado a olvidar.





EL REGRESO
Los trinos de esas aves en bandada
A mi memoria traen anhelos viejos
Un despuntar de tiernas alboradas
En la penumbra gris de mis recuerdos.

Una cinta volando en la tormenta
Un chispazo de luz fosforescente
Un rayo atravesando aquellas nubes
Las nubes negras que mi siguen siempre.

Tuve miedo al amor, amor adulto
Amor de los postreros años viejos
Tuve miedo de ser de nuevo presa
De la madeja oscura del deseo.

Dejé el nido perfecto de esos brazos
En los que se espantaban mis temores
La cálida tibieza del regazo
Que siempre perdonaba mis errores.

Y partí rauda cual si fuera fácil
Abandonar un nido bien amado
Y partí pretendiendo fortaleza
Sin tenerte conmigo, aquí, a mi lado.

Hoy he vuelto a buscarte, me haces falta
Deseo tenerte cerca, no te vayas
Necesito sentirte aquí de nuevo
Es dulce comprender que me extrañabas…
Es tan breve la vida, y es vacía
Si no tienes un alma que comparte
El temor, la desdicha o la alegría
En las postreras horas de la tarde.

EL ENGAÑO
Desilusión, dolor y desencanto
Un aletear de pájaros extraños
Sentirme prisionera en una trampa
Tejida por mis manos.
Crédula como niña adolescente
Me vi atrapada por mis propias redes
Sin contar la experiencia de una vida
¡Así somos de ingenuas las mujeres!
Me equivoqué creyendo que la vida
Podía recomenzar de otra manera
Cuando el camino fue ya recorrido
Y nunca volverá la primavera.
Como en caleidoscopio prodigioso
Miro pasar la vida que he vivido
Los seres tan cercanos que me amaron
Y el hogar que me fuera tan querido.
Hay un tibio descanso al recordar
La niñez tan lejana y diferente
Con aquel ángel que me enseñó a orar
Y me enseñó también a ser valiente.
Aquellos ojos verdes, transparentes
Semejantes al mar
Aquellas manos suaves y tan frías
Que me brindaban paz.
Llegó la juventud, tan alocada,
Mi pasión por la vida, la ilusión de bailar,
Los retos, los romances, los estudios
Y el miedo a fracasar.
Conocí al hombre bondadoso y puro
Que colmó mis anhelos más sentidos
Que me dio su respaldo y su ternura
Que fue mi amigo y compartió conmigo.
Floreció nuestro jardín con seis capullos
Que dieron forma a todos mis anhelos
Seis motivos de todos mis orgullos
Y seis motivos para mis desvelos.
Pero el tiempo pasó, llegó el invierno
Sin advertir llegó la soledad
Aquel varón que me brindara todo
Partió a la Eternidad.
Volví a ser la niña temerosa
Enfrentada la cruel adversidad
Una caña azotada por el viento
Una gota., temblando en el cristal.
Sumergida en vacío y en tinieblas
Sin un Puerto seguro al que llegar
Sin Norte y sin timón, buscaba a ciegas
Una salida para mi soledad.
Me refugié en los brazos de mis hijos
Reviví en cada nieto que nacía
Recogí la cosecha de cariño
De mis amores de toda la vida.
La música, los libros, la poesía
Llenaron los espacios de mis días
Y comprendí al final que no estoy sola
Que Dios está muy cerca de mi vida.

RIMAS A LA NATURALEZA
En la selva majestuosa, de susurros y destellos
Llena de parajes bellos y de rutilante paz,
Entre la espesa floresta, y las raíces añosas
Revuelan las mariposas tal belleza a contemplar.
Perfumando los senderos las orquídeas se estremecen
Y en altas ramas se mecen sus corolas de cristal.
Bordeando los senderos, los juncos unen sus tallos
Y muy lejanos los gallos se disponen a cantar.
Mientras abajo las ranas disfrutan de su croar.
Gorjean las aves ocultas que descansan en sus nidos
Y se escuchan los chillidos
De seres de la Creación,
Los que tienen en la selva
El hogar de su existencia,
Y la dicha de ser libres
Bajo los rayos del sol.
Entre las rocas el yurro
Se desliza rumoroso
Corriendo hacia el caudaloso
Río que ha de llevarle al mar.
Las hormiguitas arrieras,
Las serpientes coloridas
Los lobos en sus guaridas
Y la taltuza en su hueco, Dan un testimonio cierto
De la grandeza de Dios.


VISITANDO TORTUGUERO
Incrédulos mis ojos descubrieron
La majestuosa catedral antigua
Tan vieja para el mundo, y sin embargo
Nueva para los ojos que la miran-

Sobre un espejo de fulgores negros
Surge el follaje de la nave arbórea
En gótico esplendor las altas cúpulas
Las columnas fantásticas y enormes.

Urdimbre tejida en el sendero
Con hojas, lianas, palmas y bejucos
La claridad se cuela en el silencio
En comunión de sombras y de luces.

Aguas calmas. Espejos siderales
Reflejando la luz del universo,
Y solamente el canto de las aves
Interrumpiendo a veces el silencio.

Reptan creaturas sobre las lianas
Enormes piedras llenas de tortugas,
Árboles milenarios cubiertos de maleza
Y en las ramas se mueven las orugas.

Lenta va, navegando, la piragua
Nubes de mariposas, insectos y gusanos
Amenizan con cantos gregorianos
La virginal quietud de los arcanos.
Paraje bello en singular despliegue
La prístina belleza de tu Entorno.
Solaza el alma y nos regala paz.
Regalo formidable de la patria .
Que refleja de Dios la majestad.

MAR
Oh inmenso mar, espejo de la luna
Soberano señor de los arcanos
Amante de las costas y ensenadas
Que acaricias sutil entre tus manos.
Esas aguas azules y vibrantes
Que mansas parecieran de repente
Enfurecen de pronto y se levantan
Coronando de lágrimas tu frente.
Eterna fuente de agua embravecida
De cuya vibración nació la vida.
Olor acre a metales corroídos
En semen de natura convertidos.
En la profundidad de tus cavernas,
Pobladas de gigantes y de peces
Jardines de coral tejen tus sueños
De estrellas y medusas transparentes.
El pobre corazón del ser humano
Se llena de sentires encontrados
Temblando de terror en las tormentas
Se siente por tu furia amenazado.
Y ese humano, a pesar de su arrogancia
Al mirar tu grandeza se deslumbra
Frente a tu señorío y a tu belleza
Humilde se retira en la penumbra.
Eres prisionero eterno de esas rocas y corales
Del profundo acantilado en que tu cauce está preso
Prisionero de la playa a la que tus olas bañan
Prisionero para siempre, ese es tu destino crue.
Si te golpea el latigazo de la terrible tormenta
Y se levantan tus olas
Que ha batido el temporal
La angustiosa realidad
Es, que aunque tu fuerza es mucha
Es muy desigual la lucha
Y a cambio de eso tu estás, prisionero entre las rocas.

Provocas en los humanos
Sentimientos encontrados.
Temor, cuando amenazados
Esperan lluvia y ciclón
Admiración y temblor
Al contemplar tu belleza
Rey de la naturaleza,