jueves, 21 de mayo de 2009

ESCUCHAR MÚSICA, MEDICINA PARA EL ALMA

Dispuesta a escribir un pequeño ensayo sobre las bondades de escuchar buena música, curiosamente tropecé, en un periódico local, con un artículo que hace referencia a dicho tema: Revista OJO/ 29 de abril/29 de mayo 2009-

Conocidas de sobra las bondades de tal disciplina, se da por sabido que, para calmar a los enfermos mentales, la música usada como terapia de relajación, es inigualable.

Lo es igualmente para mejorar la condición de enfermos con afecciones cardiovasculares, e incluso se dice que, escuchar música, puede ayudar a reducir la presión sanguínea, el ritmo cardiaco, la frecuencia respiratoria, la ansiedad y hasta el dolor en ese tipo de pacientes.

Cuando recibí el curso de Control Mental, hace de ello varios años, me impresionó saber que para tener cosechas abundantes, en los Estados Unidos, los agricultores, por ejemplo los que cultivan trigales, colocan por todo el sembradío, enormes altoparlantes que difunden música clásica, lo que logra producir cosechas óptimas en dichas parcelas.

También en aquella oportunidad supe, cosa que no deja de sorprenderme, que algunas plantas se desmayan o mueren, si se les coloca cerca un altoparlante que dispara música de rock.

Les sucede igual si, frente a ellas, pasa el asesino autor del crimen sucedido ante sus “ojos”.

Traen a los sospechosos y les hacen desfilar ante la inofensiva planta aquella, que, ignorada en una esquina del salón, presenció el crimen. La planta, al sentir pasar al asesino, desmaya o muere.

Es muy curioso como se da esa comunión de sensaciones entre la raza humana (que juzgamos superior) el reino animal y el reino vegetal, todos hechuras de un mismo Dios, reaccionamos y vibramos con la música.

Escuchar música es recreo para la mente cansada o triste, brinda la calma y el descanso que se obtiene mirando un lago plácido, escuchando el murmullo de un riachuelo o el ulular del viento sobre una siembra. La música es inherente al hombre, a sus sentimientos, a sus anhelos.

Lo que muchas veces no se puede expresar con palabras, tiene expresión cumplida en una melodía.

Y no necesariamente ha de ser música clásica, desde luego la más excelsa, la mejor, la de mayor impacto. También la música popular crea en el alma de quien la escucha, algunas veces, lo que mi abuela calificaba como “falsas necesidades en el corazón” de las adolescentes.

Quien está enamorado puede pasar horas y horas escuchando al cantante predilecto, desgranar el caudal de boleros románticos en sus embelesados oídos.

Los tangos de traición y de perfidia, los paso dobles de impactantes tonos, las baladas de cálidos compases, han sido compañeros inseparables del corazón romántico. Los corridos de estridente sonido hacen temblar a las mujeres de pueblo.

Y ¿Quién no se ha conmovido, sobre todo al estar lejos de la patria, al escuchar alguna pieza de nuestra música autóctona, por ejemplo “La Guaria Morada” o Pasión?-

Cuando el alma transida de dolor anhela orar, acercarse y llegar dentro del Corazón Amado del Jesús que nos salva, la música sacra nos eleva hasta el cielo, nos despeja el pensamiento, nos hace uno con Él.

La música provoca en nuestras almas una elevación, un paso a lo sublime, nos rescata del “vulgar agobio de la rutina diaria”, para sumergirnos en un tibio remanso de armonía que calma al alma y purifica el espíritu.

Dichosos aquellos maravillosos compositores, cerebros dotados de dones tan excelsos, que lograron llevar su inspiración al pentagrama para aliviar los sufrimientos del humano, y, que en algunas ocasiones, pueda sentirse flotar entre los ángeles.

La música borra del alma lo terreno y nos lanza al cielo, nos permite mirar la vida con mayor comprensión, nos hace dignos de un destino mejor.

Esa corriente fresca de emociones formada por ondas de diversa medida, que un alma inspirada logra traducir en sonido que a todos llega, la música, la eterna, la inigualable, la caricia del alma, la calma del corazón herido, la música, elemento indispensable en la vida del hombre.

Copi

No hay comentarios: