martes, 5 de julio de 2011

TÚ LA IMPOSIBLE
Ingrávida y gentil, volando entre las madreselvas y las rosas, su figura añorada se desliza dentro del parque, pasa frente a mí como si fuese un sueño, un ángel, o tal vez una diosa.
La noche desprende aromas de árbol florecido, de canto de cigarras, destellos de luciérnagas, y estrellas luminosas. Mi corazón late de forma desmesurada y loca, la conoceré, estrecharé por un momento, sus manos de magnolia y de miel, y escucharé el murmullo de su voz musical y mesurada, mirándome en sus ojos cristalinos y puros, como en una laguna.
¡Qué sin igual regalo, me ofrece hoy el destino, al asistir forzado a la fiesta!
Dichosamente mi amiga insistió y al fin accedí a acompañarla.
Las luces se reflejan en las lozas de mármol del suelo inusitadamente brillante, y desde la cúpula la lámpara de cristal de bohemia esparce sus destellos de mil colores sobre las paredes del inusual salón.
Es noche de gran gala, noche de estreno, noche de lujo y esplendor, la Asociación de Damas ofrece el espectáculo, como una forma de allegar fondos a su labor social dentro de la comunidad, y ella está aquí, resplandeciente dentro de su timidez, vestida cual princesa de cuento de hadas, con su cabello rubio nimbando su cabeza y sus ojos de miel.
Isabel CarlIoni, mi obsesión, esta de pie, frente a mí, y me sonríe.
Por meses la seguí disimuladamente, al través de las calles citadinas, como quien sigue a un sueño, a una visión celeste, o a un ideal. Es para mí la joven más hermosa, la más honesta, la más, sencilla y al mismo tiempo la mejor de todas.
Se me dijo que ella no era fácil de tratar, de conocer, está muy resguardada dentro de su familia y de su grupo, quienes la protegen como a un tesoro. Al mirarla de lejos, me enamoré, y se convirtió, para LA vida MÍA, en el único bien.
Los hados me sonrieron una vez, es ahora o nunca, a pesar de que ella, la única, la inaccesible está constantemente rodeada de personas, me acerqué cuanto pude, y en un momento dado le solicité me concediera el honor de un baile.
Ella me miró con duda, asustada de mi atrevimiento, no me conocía, pero posiblemente mi mirada dijo algo más que las palabras, y gentilmente, aceptó.
Bailamos entre nubes de algodón y estrellas, el tenerla en mis brazos fue más de lo que habría podido soñar.
Terminada la pieza, la acompañé, llevándola del brazo, hasta su grupo, y le pedí discretamente me concediera la dicha de volverla a ver.
Ella deslizó en mis manos una tarjeta, y agradeciéndome se alejó.
Varias veces tornó hacia atrás su vista, como triste de aquella despedida.
Hoy, al abrir el periódico del día, mi mundo entero se desmoronó. La foto de Isabel llena la primera página, en el artículo se comenta del terrible accidente sufrido por el coche en que iba al volante, anoche, después de la trágica kermess.
Copi

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