lunes, 19 de septiembre de 2011

PUERTO VIEJO. LIMÓN

Puerto Viejo, Limón, el paraíso…
Sobre la humedad de la eterna carretera y atravesando el túnel del Zurquí, partí dichosa rumbo a Puerto Viejo, el más romántico, existencial y entrañable de los paisajes increíbles de mi país, paraíso perdido en el que muchos, en comunión profunda con la naturaleza del lugar, buscamos el romanticismo y la tibieza de otros años.
Acá, en esta selva domada de increíble belleza, árboles que fácilmente se acercan a los quince y veinte metros de altura, fruta de pan, carambolas, almendros, pinos, palmeras, con colgantes epífitas y helechos, manos de tigre y pata, caimitos y enredaderas que se suben formando un parasol de gran belleza, por el que caminamos entre plantas de selva, por un caminito de piedras escondido, dentro de la maleza, acercándonos a la playa y al mar, que nos esperan al final del camino.
El aroma increíble de ese cercano mar, turquesa y verde, sobre la arena clara de las innumerables playas de apretada sombra, al ritmo de Calipso y de Candombe, calor del sol y brisa. Con una población feliz y activa, formada mayormente por europeos que aquí logran realización y vida, libertad, igualdad y compañía. Viven en comunión feliz con otras sectas, los últimos hippies de la tierra, con sus gorros tejidos color rasta, y pantalón cortado a media pierna. El “Vive como quieras” que parece mentira, en Puerto Viejo se vuelve realidad, por eso aquí el turista casi siempre, se quedará.
Hasta la grata casita de madera, que, montada en pilotes y luciendo sus alegres colores limonenses nos alberga, llegan del vecindario aromas increíbles de pan fresco, que cocinan los belgas de a la vuelta, olores a Patí que cocina la negra de falda de percal a flores grandes, de innumerables y pequeñas trenzas, sobre una camiseta.
Proliferan las tiendas por doquier, a cada vuelta algún rótulo anuncia cosas nuevas. El francés que fabrica las pantallas redondas, las de de papel de seda, los italianos que ofrecen la delicia de su gelatería, con sabor de aguacate, y frutos de la selva.
Puerto Viejo Limón, sólo nombrarlo ya las ansias me corren como hormigas por la piel desteñida, envejecida entre el frío y seco aire de mi ciudad del centro, tan aburrida.
Puerto Viejo Limón, cuántos recuerdos de cuando yo fui niña! Salíamos de la ciudad, entonces bella, para ir en bicicleta a recorrer las playas, porque en el balneario del centro nos podíamos ahogar entre los sumideros de las rocas, o nos podía venir a molestar un negro, o un forastero- Entre las grandes rocas del entorno corríamos felices Luichi y yo, gozando y riendo. Aún hoy, sin variar una coma, la población entera en bicicleta recorre los polvosos caminos.
Sobre una bicicleta, rentada o propia, va, en camiseta corta, la panzona que espera un niño, va la vieja con el short desteñido y una gorra, llevando su canasto en la parte de atrás, van las jóvenes riendo y compitiendo con las otras, van blancos negros y amarillos, sin la menor congoja.
Las construcciones son caleidoscopio de colores fortísimos y extraños, no existe ningún lujo en el entorno, la población es pobre si se quiere, pero la gente vive y se divierte.
A cada vuelta del camino, muestra el paisaje una ensenada, con el maravilloso fondo del mar celeste, cubierto de lanchitas, y a la orilla, los incontables puestos que ofrecen maravillas, artesanías creadas por una élite de artistas de todas las regiones del mundo, ropa hindú, collares filipinos, adornos fabricados de cáscaras de coco, ropa fina de diseñadores europeos, bolsos enormes del gran bazar Egipcio, sandalias, abanicos, un millón de sombreros, turbantes de colores, anillos de madera y latón, dioses de piedra-
En el patio enzacatado de una casa, están hoy de fiesta. Los niños juegan en su ronda eterna, alrededor de un palo de cambute, hay negritos saltando la rayuela, negritas arrastrando un coche de muñeca, un morenito trata de jugar con una vara, y otro jala un camión que está sin ruedas. Del palo de limón colgaron la piñata, y es una niña rubia quien intenta romperla. Los hombres hacen rueda y dan valor a los niños que están en competencia- Hoy nos vinimos todos a dar un fuerte beso, a esa muñeca, Maité, nuestra primita negra.
Puerto Viejo, Limón, huele a rondón cocinado en el patio, en un brasero, a raíz and beans, a fruta de pan frita, a plátano maduro y a guineo, a tubérculo ñame, ñampí, yuca, a pulpo frito rebosado envuelto, a confites de menta , maní tostado , roscas rosadas y jengibre en conserva.
Hay hoteles, hostales, restaurantes, salones de belleza, spas de lujo, bailongos, mataderos, lo que quiera y escoja cada uno. A nadie le interesa qué sucede, cada quien vive lo suyo.
Puerto Viejo, Limón, es todo un mundo constreñido en unos pocos kilómetros de arena, de mar y sol y humanidad que sueña. Espero volver pronto a tu cadencia, a tu aroma y calor, a tus sombreadas palmas y a tu vida. Inolvidable y entrañable eterno, Puerto Viejo, Limón…

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