domingo, 11 de abril de 2010

El Cayuco ( Escrito al revés)

Cuento corto escrito al revés
“El Cayuco” Carlos Salazar Herrera.

Durante quince minutos habíamos escuchado el susurro de las indicaciones que la parturienta, hacía al zurdo Miguel.
Entonces, escuchamos el llanto del negrito.
¡Oh prodigio! es un negrito!, exclamó el zurdo Miguel, un lindo negrito achocolatado con su pelito pasuso.
- Ah, ja, ja, desahogó su ansiedad el negro Williams, con una risa saturada de orgullo paternal.
¿Quién aquí sabe algo de partos? Había preguntado Julia María con los ojos lacrimosos. Yo no, yo tampoco, yo mucho menos. Nadie.
¡Qué pendejos son los hombres!- murmuró ella y se arrecostó lo mejor que pudo hacia la parte posterior del cayuco.
_Yo sí, dijo entonces. Una vez, junto a la comadrona, ayudé a mi madre cuando nació mi hermanito, y añadió: aquí en esta canasta, traigo ropa limpia, mantillas, tijeras y otras cosas, y dos botellas de agua hervida.
¡Usté Miguel, me va a ayudar!_ ¿Yo? Quejóse el zurdo, con la mano en el pecho._
¡-Si, usté Miguel Calero, Venga acá! Tráigase una linterna. Lávese las manos, Aquí hay jabón, Yo le voy diciendo lo que debe hacer. ¡Pronto!
El nica, el tuerto y el negro se habían refugiado en la proa, mudos, bogando con mayor vigor rumbo al desembarcadero, a orillas del bananal.
¿Seguimos para el desembarcadero? Preguntó alguno. ¡No! gritó la mujer, todo está bien gracias a Dios. Devolvámonos para el rancho. ¡Ay!, se quejó acariciando su barriga.
Los cuatro hombres se miraron en la oscuridad. ¡Esta muchacha va a parir en el Cayuco!
¡Cuidao!, viene un árbol grandísimo por la mitad del río! Gritó el zurdo Miguel.
¡Mi verlo hace rato! _dijo el negro- agarra por la curva de la derecha, apagar focos. Mi ver mejor en la oscuridad. ¡Juemialma de tronco!, masculló el nica.
El árbol muerto pasó a babor como un espantajo.
Por ahí, el Reventazón, de unos cien metros de ancho, serpentea por tantos recodos que las constelaciones circunvolaban en torno al cayuco.
Los cuatro hombres canaleteaban con fuerza y la mujer, con la incomodidad de su barrriga, y reprimiendo sus dolores achicaba con el guacal de achicar.
Las aguas achocolatadas arrastran ramazones que ponen en riesgo la navegación. En ambas riberas se bosquejaban los crujientes bambúes, las plantas de yute, la caña brava y los lirios silvestres.
¿Cuánto falta pa llegar al Cambo? Unas dos horas y otra pa llegar onde la partera.
Un nuevo dolor hizo a la mujer exhalar un sordo gemido _
_. ¡Aguanta!_ Dijo el negro desde la proa.
Y la mujer:_¡ Usté se calla, negro chumeca!_
Hacia la media noche Habían salido del caserío Golden Grove, y, a fuerza de canaletes y palancas, navegaron aguas arriba del Reventazón, rumbo a Cambo, el desembarcadero.
Amanecía, sonaron las flautas de los agüíos, y los broncos bramidos de los congos.
A bordo del cayuco- angosto y largo- iban cuatro hombres y una mujer, el negro Williams, el tuerto Miguel, el nica Rivas y la parturienta Julia María.

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