martes, 13 de abril de 2010

Una excursión al sitio de las eternas aguas

UNA EXCURSIÓN AL SITIO DE LAS ETERNAS AGUAS
La clase entera estaba alborotada, los estudiantes de pie, algunos subidos sobre los pupitres, cambiaban de lugar con los demás compañeros, se arrebataban la palabra, gritando como enajenados. Había grupos en todos los rincones, el estruendo se escuchaba desde cualquier lugar del edificio del colegio, aquello parecía un avispero. “Hay que llevar un buen abrigo, maje, porque hace mucho frío, y un equipo de alpinismo bien riata, unos “cachos” especiales para el ascenso, un buen foco, y unos buenos “caballos” sleeping bag forrado, y mecates mi´ herma, muchas cuerdas, martillo y ganchos para clavar en las rocas del pico, sobre todo para subir al risco, en los mentados Crestones. Y un buen gorro, guevón, ojalá un capuchón que nos abrigue el cuello. Mi tamal ya lo subió, y dice que lo más chiva es el entrenamiento previo. No sea maje cabrón, no olviden llevar un buen reloj y un radio, un mapa para orientarse y una brújula, si vamos bien apertrechados será más fácil.” Claro, maje será “Pura vida”. De pronto se hizo el silencio. El profesor Marín entró a la clase y los muchachos se calmaron instantáneamente, como por arte de magia. Podía escucharse el vuelo de una mosca.
“Bueno, bueno, bueno”, dijo el profesor mientras tomaba asiento frente a su escritorio, de modo que tendremos excursión la próxima quincena…Si profe, aventuró a decir Carlos, esta es la noticia bomba, porque es, no solamente un paseo interesante, sino el mayor reto para un deportista. Subir el monte no es nada fácil, y tiene sus riesgos. Es un plan muy carga, un proyecto valioso y una buena experiencia ¿No le parece? Supongo que tendremos que entrenarnos de previo, interrumpió Agustín sin ser interrogado. Y agregó con vos queda, como pidiendo disculpa: perdone el atrevimiento profe, no lo dejé hablar, es que estoy emocionado. Sin responderle continuó Marín: ¿Y saben ya cual será el costo de la excursión? Porque tienen que contratar un guía, un albergue para dormir que sea un buen hospedaje, y les ofrezca alimentación y transporte dentro del Parque. Todo eso con tiempo suficiente para que encuentren lugar, porque en determinada época va mucho excursionista y no se encuentra espacio en el albergue, tienen que tomar en cuenta todo eso. Me imagino que el profesor Porras ya lo habrá tomado en cuenta, no es la primera vez que él lo planea, ya esta excursión es casi una leyenda en el colegio. Pues tiene usted razón, señor Ricardo, dijo Marín molesto, Porritas es el encargado, será bueno que se preocupe él de todo.
El Instituto Moderno de Formación Académica Total, es el colegio de moda en la ciudad. Su planta física consiste en un enorme Campus con tres módulos de modernos edificios, canchas para deporte, salones de conferencias, salas de cine, piscina olímpica, y un triángulo de tiro. Lo más granado de la sociedad y de los empresarios, tiene a sus hijos estudiando allí.
De acuerdo con la onda actual de protección a la naturaleza y al ambiente, últimamente las actividades extra curriculares del plantel se enfocan hacia allá, el tema de “Conservación de la Naturaleza” es esencial en los actuales Programas de Educación del Ministerio. El plantel cuenta con profesores excelentes, los más calificados en cada una de las materias impartidas. El profesor Marín, además de ser el catedrático encargado del departamento de Matemática y Cálculo, es también guía del grupo que ahora visita, el de los quintos años, es, además, un hombre muy severo, y respetado por los alumnos.
¿Y ya tienen idea de a lo que se enfrentarán?, porque decirlo es fácil, pero deben prepararse para que el experimento resulte bien. Bueno profe, el profesor Porras nos habló algo al respecto, nos hizo un boceto del proyecto. Se trata de salir, desde mañana hasta finales del mes, diariamente, para hacer la práctica de caminata, hacia Cartago, cerca del Cristo, para ir acostumbrándonos al frío y a las cuestas. Una vez preparados, la fecha prevista para el ascenso, es el día 20 de setiembre, en un tour de cuatro días y tres noches, que cuesta seiscientos veinticinco dólares por cabeza.
Me parece bien y no está nada caro, considerando que son ustedes estudiantes e irán bajo la responsabilidad de sus guías, pero imagino que Porras va con ustedes. ¿Es así? Si profe, desde luego, y va a llevar a Ortiz de asistente. ¡Ah bueno! Entonces todo arreglado, me parece bien.
En ese momento entra un nuevo personaje al recinto, el profesor Porras viene en busca de su libro de clase. ¿Y cómo sigue el plan de Porritas? Dijo Marín burlón. ¡Que pega es este roco! Pensó Porras, mientras manifestaba: Pues verá usted señor: El propio día de la excursión, iremos por la Carretera Interamericana, hacia el Cerro de la Muerte. Allí se nos añadirá el guía naturalista para ayudarnos a descubrir entre los árboles a los quetzales, que como usted sabrá se alojan en los huecos de los troncos y descubrir también al resto de la vida silvestre del bosque nuboso, muy instructivo y diferente.
Muy interesante, me parece un comienzo acertado, al menos irán acostumbrándose a la humedad de aquel clima, antes de emprender propiamente el ascenso. Y del bosque saldrán a medio día. Más o menos pienso yo. ¿Y adonde piensan ir para el almuerzo? Pararemos a almorzar cerca de la carretera y continuamos el trayecto hacia San Gerardo de Rivas, sitio en el que pasaremos esa noche.
¡Qué chiva profe! ¿No se le hace lo máximo? El profe no respondió.
¿Y en qué hotel piensan alojarse allí en San Gerardo? El Pelícano Lodge será nuestro hospedaje, allí pernoctaremos, y tendremos cena, desayuno y almuerzo del día siguiente, cuando nos será revisado el equipo. Y viera qué equipazo pensamos llevar ¡¡¡ Vamos a hacer historia con nuestro viaje!!!
Vieras qué tuanis maje, interrumpió Luis Romo, mi tía Felicia me prestó su cámara digital y los binóculos, para el equipo, solo me falta comprar los “cachos” y estoy “ready” para el tour. Dichoso que te fue tan fácil, en casa la cosa está fututa, no hay “chochosca”, gracias a Dios me salió un “camarón” que tal vez me ayude un poco. ¿Y de qué chamba se trata? Preguntó Gilberto, Voy a hacerle una traducción a la teacher de inglés, dijo Rubén, mamá me ayuda y con eso pienso ajustar pal viaje.
Roberto se interpuso entre los compañeros mientras el profe cejijunto, los observaba inquieto: “Mi padrino prometió regalarme cincuenta dólares por la graduación, voy a pedirle que me los adelante para poder ir,” ¡Qué guevón más chirote, qué carga ese padrino tuyo! Si, es muy chiva el hijue´pta. Y así uno a uno fue contando sus esperanzas y sus proyectos para lograr asistir al famoso paseo de los quintos años. “Dice mi mantecaque sería importante llevar una pistola de balines, o una de gas, por aquello de los asaltos en los buses.”
Me parece prudente, cualquier precaución es poca tratándose de un viaje tan importante, interrumpió Marín, que desde un largo rato esperaba retomar la palabra entre el alborotado grupo de estudiantes.
¿Y después? Después del desayuno en el albergue, preparados con el equipo en forma, iniciaremos la caminata hacia el Parque Nacional de la Eternas Aguas.
¿Y qué piensan, van a treparlo todo de un solo tirón o lo harán en partes? Vamos a tratar de hacerlo en tres partes, en tres etapas como aconsejan los que han vivido la experiencia. Tres etapas, conforme se va ascendiendo a la montaña.
El trayecto de subida toma entre seis a ocho horas para caminantes de experiencia, continuó Porritas informando. Intervino Marín de nuevo: O sea que para ustedes que son neófitos en el asunto, puede tomar un tiempo mayor a ese, tal vez unas diez horas. ¿Y luego qué? Después de pasar junto a la señal “Camino al Volcán se da inicio a la subida, por un estrecho sendero que se llama “La Cuesta de las Aguas”.
Hay juep´ta ¡Qué nombrecillo más pencón! No sea bárbaro, qué buen nombre el de ese lugar, profe ¿No le suena de lo más romántico? El profesor se rascó la cabeza, y preguntó: ¿Y de allí qué sigue? Seguiremos ascendiendo por el “Monte sin Fe” Donde se observarán tucanes, trogones, monos y otros animales del bosque nuboso, y veremos las barbas de viejo colgando de las ramas de los árboles.
“El Monte sin Fe “¡Chingo de nombre el montecito ese!! El Monte sin Fe ¿No ve qué tuanis profe? Ya va a ver todo lo que vendremos contando, de esta aventura tan chivísima... ¿Y una vez en el sitio, adonde pernoctarán?
Esa noche nos ruliamos en el Refugio del Parque Nacional de las Eternas Aguas, donde nos servirán la jama. Dicen quienes ya hicieron el paseo, que el servicio es sencillo pero bueno, en ese albergue hay dormitorios para cuatro personas, con dos camarotes cada uno, dan cobija, almohada y ropa de cama. Pero para los muy friolentos es insuficiente, es mejor ir bien aperado de la casa. Pues a mí mi mama me tiene listos unos ponchos chivísimas que trajo de Perú, cabrón, hasta el Machu Picho se puede uno subir con esos ponchos tan chivas. ¿Y a qué hora proyectan salir? Pues hay que meterse al sobre muy temprano, ya que ruliaremos poco porque salimos antes del amanecer, para iniciar la caminata hacia la cima antes de que la niebla se disperse.
¿Y llevan despertador por siaca? No sea huevón, con ese “pacheco” cualquiera necesita despertador, no ve que en esos barrios el despertador es el mismísimo sol ?
Ya a las cuatro de la madrugada están chorriando el yodo para desayunar. Me parece excelente, a esa hora temprana la naturaleza luce en todo su esplendor, y supongo que la niebla ayudará para no encandilarse al principio de la caminata. Por esa razón llevamos unos anteojos negros muy oscuros, una gorra con tapa orejas y visera, y una bufanda gruesa, medias de lana gruesa y buenos cachos.
Cuando baje la niebla y brille el sol en su apogeo, los ojos de todos estarán acostumbrados al ambiente, y será más fácil el ascenso. ¿Y cual es la elevación del lugar? El Bosque Nuboso presenta una elevación de 8.250 metros, que cubre la mitad del parque ¡Qué chuzo será el experimento! Subir aquel bosque tan cerrado, donde casi no entra el sol, y de la tierra brota un humo azul gris de vapor y de niebla. ¿Y se imaginan cual será el espectáculo durante la ruta de subida?
Un grupo de muchachos en fila india, destacando siluetas al través de la bruma, respirando aquel aire tan liviano y tan frío, entre árboles añosos y tupidos, sonidos de cascadas y arboledas, el chirriar de alimañas en las cuevas, y el canto de las aves en el viento. Lentamente en la niebla los viajeros, con sus pasos cansados y seguros, llegarán a la orilla de los ríos, cruzando por las piedras y los yurros, los numerosos lagos transparentes, ese sitio sagrado y cristalino, que indígenas llamaron, “El sitio de las aguas encantadas”.
¡Qué maravilla! de haber llegado al bosque, ¿Cuanto más habrán de caminar para alcanzar la cima? Se requiere de 1 ½ a 2 horas para ascender a la cima, eso si tienes suerte.
Posiblemente los cachos nos van a fregar las patas, por eso vamos a llevar unos buenos y suaves, de los viejos que no aprietan.
Ya en la cima me imagino que el viajero se sentirá en el cielo, dicen que los sonidos de aquel bosque nuboso por el que caminamos, simulan un concierto de música clásica, como oídos humanos jamás escucharán, porque las aves canoras del entorno entonan un himno maravilloso y espectacular.
También el color desvanecido y cálido, las luces sonrosadas de las nubes, los dorados rayos del sol naciente en el cielo azul celeste de prístina claridad y limpieza, difuminados con el blanco de la niebla, y el verde matizado de las plantas, forman un cuadro inmenso como jamás se vio. Las telas de araña entre las ramas, semejan hilos de plata con cuentas de cristal…Si profe, debe ser pura vida, un diez… El aire limpio y puro acaricia la tierra, se respira un oxígeno reparador y saludable que llena los pulmones del caminante, dejándolos llenos de fuerza y de salud. El silencio infinito de cumbres de la tierra, hace brotar los pensamientos nobles y mejores en las mentes del humano que a la cumbre subió. Ojalá para ustedes sea así, y bajen del monte con más sabiduría, como bajó Moisés.
Es toda una proeza de ilimitado alcance, porque cuando el humano insiste en ir a las alturas, Dios le premia el esfuerzo con prodigalidad. Esta experiencia noble de subir hacia el cielo, de llegar a las plantas del Dios de la Creación, hace al hombre más sabio, más fuerte y más sereno, llena su vida toda de luz y claridad
¡Hay profe, no me asuste! si lo que esperamos es armar un enorme vacilón…
¿Qué pasa después, cuando la tarde cae y deban volver?
Bajamos al “Valle de los Conejos”, llamado así por los antiguos habitantes indígenas del sitio. El valle de los “rabbits”, como dicen algunos. Caminaremos por el Cerro Terbí, y al fin iremos a Los Crestones. ¡Que pura vida llegar hasta allí! Debe de ser muy impresionante ese lugar de Los Crestones, porque la formación de ese risco es diferente de las cumbres que tenemos en este país. Los Crestones me recuerdan un poco a los montes de otros continentes más antiguos que el nuestro, montes de Asia y África, o de las Islas Griegas. ¡Qué chapa profe!
¿Y a qué hora será el regreso? Volvemos al refugio al caer de la tarde. (Nos sirven la jama) Pasaremos esa noche y al día siguiente será el regreso a Chepe. Pero habremos cambiado con el viaje, vamos a ser más sabios, más instruidos y más humildes. Esta visita a nuestra madre naturaleza en todo su esplendor, tendrá que ser una experiencia que saque a flote lo mejor de cada uno de nosotros, es cómo haberse enfrentado al mismo Dios.
¡Se inspiró el maje huevón! Pues qué bueno que estén ilusionados con el ascenso al cerro, yo espero que la experiencia sea muy saludable para todos, no solo en cuanto a lo físico, sino en lo espiritual. A veces es importante dejar el barullo de la ciudad para pensar detenidamente en lo que realmente vale la pena, dejar las pachucadas, las birras y las viejas para crecer un poco, al fin lo más interesante de la vida es lo que más nos cuesta. A la salida del cole, Joaquín y Ernesto comentaban el caso. ¿Viste cómo se puso el profe Marín con lo del paseo? Si maje, se cabreó el roco. Seguro le da envidia que vayamos a ´pasear con Porritas, ese si es un buen viejo y muy chirote, no tan serio como Marín, que no sabe ni siquiera sonreír, ese roco es más serio que un tacaco. Pues yo espero que me dejen ir mis tatas, porque a mi manteca todo le da miedo, piensa que soy un bebé. Además la cuota es alta, no se si tendrán el “billete” para pagar lo del paseo, es mejor contarles esto pronto para que vean cómo hacen, porque que voy, voy. Pues andá contándoles los planes, porque mañana comenzamos a entrenar.
¿Listos todos los excursionistas? Preparados profe, comenzaremos a caminar.
¿No vamos a subirnos al bus por lo menos hasta Tres Ríos?
Nada de eso, el asunto es caminando ya, cada uno tome su mochila, y vuelen sanco hasta alcanzar la carretera, el que se quede atrás salao! ¿Y para qué el salveque profe? ¿No ve que pesa mucho? Pues por lo mismo, para ir allá van a llevar salveque, y más lleno que ese, de modo que entrenaremos con todo, si nó, no llegarán.
Profe, profe, paremos: Nuñez se quedó atrás, se resbaló y cayó en la cuneta, una moto lo golpeó por detrás y resbaló en el barro. Calma muchachos, ustedes sigan caminando, iré a esa caseta de policía, para llamar al 113. “Una emergencia maje, busque rápido al tombo, qué guevonada, pobre Nuñez tan patas, hora si´zo un esguince! ¡Que maje más salado!
Y no ha llegado Chaves, profe, ¿Lo aguardamos? _Claro que no, en el entrenamiento es importante la puntualidad, somos un grupo grande y no podemos esperar a nadie.
Profe suena su celular ¿Quiere que se lo alcance? Si trémelo porfa.
Aló? Sí? Qué? ¡No me diga, qué vaina! lo siento, no, ya ni se venga, no nos vamos a retrasar todos, orita se pone el sol más caliente y no nos rendirá para nada la mañana, después hablamos, ¡si lo siento mucho!
¿Qué fue profe, algo de un compañero? Si, al car’e picha, de Baldioceda la asaltaron en el bus de Zapote, le robaron el celular, la cantimplora y el reloj, y además lo golpearon y está en Emergencias, en el hospital. ¿Y quienes lo asaltaron, los agarraron? Unos huevones con pasamontañas que venían en moto, lo asaltaron al bajar en la parada. ¡Pobre maje, es la pura chapa! ¿Y el tombo que putas hacía? Así es la vida majes, levanten el ánimo, todo se va a arreglar y mientras tanto, debemos entrenar a diario. Hay que endurecer canillas y músculos, hacerle frente al frío y sobre todo aprender a respirar.
Un, dos, tres, cuatro, los chicos marchan sudorosos, subiendo la empinada cuesta hacia la cumbre, van pensando en los pobres de Baldioceda y Chaves, y esperan que los dos puedan recuperarse pronto para que no se pierdan la aventura y sobre todo el vacilón.
¡Profe, profe, porfa pare, me dio un calambre profe, me está doliendo mucho, corra profe, viera que se me enroscaron las patas, tengo los dedos del pie como encogidos! Tranquilo Ruiz, no sea pendejo. Párese y brinque sobre ese pie. ¡No, si no puedo ni parame, mucho menos brincar! No sea inútil, venga, yo lo ayudo. Entre el profesor y Lucas levantan a Ruiz haciéndole una silla de manos. Ruiz trata de estirar la pierna, pero tiene miedo, aquello duele mucho. Ahora estire la pata, ya, no sea tan miedoso, al fin el muchacho trata de hacer lo que le piden, y lentamente va recuperando el uso de esa pierna, ahora siente que la tiene dormida. Tome un poco de jugo de limón con un buen poco de sal, le dice el profe, eso es un bajonazo de potasio, se va a sentir mejor. Y ustedes continúen con el entrenamiento, a como vamos no van a poder subirse ni a la cama. ¡Valientes, chicos, nada de pendejadas! ¿O es que van a desistir del viaje?
Para nada profe, claro que no, adelante a como se pueda, poco a poco el grupo se integra de nuevo y sube junto al cerro de Ochomogo, desde lo alto el Cristo de la cumbre sonríe cuando les mira, y los bendice. En casa de cada una, las madres están pensando en cómo les está yendo a los muchachos. Sobre el cerro de Ochomogo la figura señera de Jesucristo bendice a los pobladores del lugar. Entre potreros enormes de diferentes tonos, sembradíos de distintas plantas, el cielo es una pieza de seda multicolor que se refleja en el agua del yurro que manso corre, paralelo al camino.
Jadeantes y dispuestos los muchachos del quinto, van subiendo la cuesta, con su piel ardorosa de calor y de viento, el cabello empapado en sudor, y las piernas cada vez más fuertes, gracias al ejercicio prolongado de muchas horas de entrenamiento. Al filo de la tarde regresan al colegio, Marín les mira desde el aula de tercero, donde está dando clase. “Son buenos los chiquillos” piensa mientras sonríe,” la verdad es que Porritas se la jugó como un viquingo”, el viaje va a ser tuanis de verdad.
Después de casi quince días de entrenar a diario, los muchachos han fortalecido sus piernas y su estado físico en general es bueno, ya no se retrasan a la salida, no tienen ahogos ni dificultad para respirar mientras suben la montaña, todos han estado alimentándose de acuerdo con la dieta rica en fibra y vitaminas que les fue recomendada, los que debieron rebajar de peso lo lograron al fin, Porritas está contento con el grupo, y espera que todo resulte bien.
Mañana es el día, dice Carlos entusiasmado, ya tengo listo el salveque con todo lo que nos pidieron, también yo, dijo Ricardo, pero está pesadísimo porque mi mama insiste en que lleve una cobija enorme, no sé cómo pero antes de salir la voy a sacar y la escondo, solamente esa cobija pesa lo mismo que el resto de las cosas. Pues tenis razón, como dice mi mama “En camino largo hasta la jeta pesa”.
Agustín al fin logró juntar todo el dinero y está feliz, en su casa todos han colaborado y el equipo que lleva está de lo mejor, no le falta nada. Para beneficio general, todos han aportado algunas golosinas y galletas, tabletas de cereal para ingerir durante el ascenso, también agua purificada y ungüentos para frotar los músculos cansados o entumidos, insecticidas en aerosol y crema anti solar, para las quemaduras, y algunas tabletas de alkaseltzer y acetominofén, indicadas en caso de resfrío, o cualquier virus que les pueda atacar durante esos días. También llevan vendas, esparadrapo, gasa, curitas, alcohol en líquido y en gel, y tintura de yodo.
La mañana está fría y ventosa, el cielo luce prístino y tranquilo, casi transparente, sin una sola nube, escasamente iluminado por un sol que no termina de salir. En casa de los excursionistas los despertadores sonaron a las cuatro de la madrugada, y, luego de tomar un fuerte desayuno, cada uno salió de su casa con dirección al plantel del colegio.
Frente al edificio principal está detenida la camioneta que espera, el profesor Porras ya llegó, y va tachando en la lista que sostiene entre sus manos, el nombre de los jóvenes que suben al bus, a ocupar, cada uno de ellos, un sitio previamente destinado. Bajo los asientos, están abiertas las compuertas donde se guarda el equipaje. Todo se desarrolla ordenadamente. Al filo de las ocho el vehículo está lleno, se cierran las compuertas del equipaje, y las puertas del bus. La camioneta está muy bien equipada, tiene servicio y televisión, y puertas de salida de emergencia.
El chofer arranca, suena el motor, y la emoción crece. Algunos se persignan disimuladamente, todos sonríen. Al fin toman camino hacia la carretera, a esa hora temprana el tráfico es casi nulo, y el vehículo avanza a mediana velocidad.
Porritas, en el asiento delantero contiguo al del chofer , va muy concentrado leyendo en el diario las noticias del día. Algunos de los jóvenes se acurrucan y duermen de nuevo, la despertada fue demasiado temprano. Otros sencillamente observan el camino, y unos pocos conversan en voz queda.
¿Y el carro de las jañas habrá llegado? la verdad, no sé. Me imagino que sí, porque todos los grupos tenemos que encontrarnos para el almuerzo, cuando lleguemos a la zona de los Santos. ¡Qué lata que esas viejas formen parte de la excursión! Nos van a retrasar, son unas flojas.
¡ Ni qué decir! Son unos cueros y un reguero de sometidas, conmigo que no se metan porque les irá mal. ¿Y cuál profe viene con ese grupo?, pues yo creo que la niña Joaquina, la vieja aquella que da educación física y yoga, la muy presumida se cree una atleta.
Pero nosotros somos un grupo aparte, no dejaremos que ellas se nos peguen, quien sabe, a lo mejor ni suben la montaña, son unas flojas.
El bus va ascendiendo el camino elevado que lleva hacia Los Santos, enfilándose hacia el Cerro de la Muerte. Sobre la Carretera Interamericana les espera el restaurante, donde los otros aguardan para tomar todos juntos una colación, antes de seguir al bosque nuboso, allí, dentro del Cerro. Ya otros estudiantes llegaron al local, algunos permanecen sentados fuera, sobre unas piedras, aguaitando el camino. Otros hacen fila para servirse en el “self service” del local, y algunos más conversan sentados junto a las mesas.
¿Y esos? ¡Qui¨juemialma! ¿Cómo llegaron de primero los bandidos? ¡Se habrán venido de madrugada! ¡Malditos guevones! a esos arrimaos de los cuartos no sé por qué les permitieron venir.
El autobús frena y los muchachos se bajan rápidamente, casi montados sobre los otros se arremolinan a la salida para bajar primero, ya en tierra se estiran para desentumirse, y entran al local, donde buscan las mesas vacías, lejanas de las ocupadas, para sentarse solos. No desean mezclarse con los muchachos de otros grupos que vinieron también.
El profesor Porras se acerca, y en voz alta se dirige a todos los excursionistas, incluyendo a los que llegaron primero: ¡Muy buenos días, estudiantes de cuarto y quinto años del colegio! Nos complace mucho ser compañeros en esta aventura, de aquí en adelante formaremos un solo y único grupo de estudiantes para enfrentar la tarea que nos hemos impuesto, de escalar juntos el Cerro de las Eternas Aguas, ¡ A todos suerte y felicidades! Y el que esté mejor preparado y sepa conservar su fuerza y su constancia, será el campeón entre todos nosotros. Buenos días., respondieron los muchachos.
Los jóvenes comienzan a colmar sus platos con las viandas que el servicio ofrece, un buen vaso de leche o de refresco, pan con mantequilla, arroz, frijoles, papas tostadas, un buen bistec, tomate en rodajas, plátano maduro en miel y un jarro con café caliente. Todos están hambrientos. Van por la mitad de sus raciones, cuando llega el bus de las muchachas. Haciéndose los indiferentes los chiquillos no se voltean para mirarlas entrar, se quedan sumidos en los platos, ninguno quiere aparecer interesado en esas compañeras indeseables, compañía que no parece hacerles gracia alguna. La aventura debió ser únicamente para varones, murmuran entre dientes. ¡Esto debió ser cosa de hombres!
Las muchachas entraron haciendo un gran bullicio, riendo y gozando, se acercaron a la barra, se sirvieron, y se sentaron todas juntas, sin mirar siquiera a aquellos niños presumidos que apenas si las saludaron. Al cabo de una hora todos habían terminado sus raciones, y estaban listos para partir de nuevo. Fueron al lavatorio situado fuera del edificio, se lavaron los dientes y la cara, y subieron de nuevo cada uno al bus que le correspondía. Ya para entonces el hielo se había roto y algunos se habían dignado conversar con las “cueros” de los cuartos años.
El bus continuaba subiendo y subiendo siempre, algunos furgones se adelantaron en el camino, enormes furgones pesadísimos, que han dado cuenta de casi todas las carreteras del país. Aquella concesión otorgada a los traileros, indudablemente ha beneficiado a algunos malos costarricenses que hicieron un gran negocio para su bolsa, pésimo para el resto de la población.
El aire enralecido dificulta la respiración, hay frío y humedad. Embutidos en sus sweaters y sus gorros, los muchachos se defienden frío del, que comienza a apretar.
Arribaron al bosque nuboso, los carros se aparcaron en las afueras del parque, y todos se bajaron, dejando dentro del bus los equipajes.
Únicamente llevan cantimploras, chaquetas abrigadas, guantes y gorros, y lentes para la niebla, porque también hace mucho viento.
El bosque es oscuro y húmedo. Enormes árboles de copas altas, muchos arbustos de mediana estampa, la hierba crecida y alta acaricia las caras de los recién llegados. Multitud de aves entonan maravillosas melodías entre las frondas, por las ramas se adivinan las ardillas mordisqueando la fruta, lagartijas, saltamontes y arañas, mariposas y grillos, en la alfombra de hojas en el suelo, se arrastra toda clase de alimañas. Un tigrillo se esconde entre las ramas, y una danta grita en lo alto del terraplén. Se escuchan las pisadas de los chanchos de monte en la espesura.
En algunos troncos secos se adivinan los nidos de quetzales, huecos profundos que forman nidos, de cuyas bocas salen los extremos de largas plumas verde esmeralda, las colas hermosas de esas aves. Una exposición sonora y maravillosa del hábitat de la región. De las ramas de los más altos árboles que suben treinta metros, cae una larga cabellera gris de las llamadas “barbas de viejo”, hay multitud de parásitas y helechos, mano de tigre, palmas de epífitas y multitud de escarabajos de oro.
El sitio es una maravilla, un paraíso extraño, la riqueza incomparable de nuestra tierra, esta tierra millonaria en especies, en plantas y animales, tan pequeña y tan rica en belleza natural. Los líquenes se arrastran a lo largo de ramas y de piedras, hay tréboles y hongos, dormilonas y musgo. Alguno de los muchachos recoge muestras para su herbario, también recogen piedras raras, algunas con fósiles. En épocas lejanas el sitio estuvo bajo el mar. Agotado el terreno del bosque que se puede cubrir en ese corto espacio de tiempo, subencansados y animados de nuevo al bus, rumbo a San Gerardo de Dota, donde, en el albergue que se llama “El Pelícano Lodge” harán su próxima comida, y pasarán la noche. ¡Qué chuzo el albergue mi¨herma! la jama debe ser buena también.
No aguanto estos caites, me duelen las pezuñas, dice Carlos mientras se tira literalmente en el camón del cuarto y se quita los zapatos embarrialados, que pesan como anclas. Hay gran bullicio en el corredor, el discreto comedor está repleto, los chicos ríen, se quejan y conversan. ¡Qué frulo maje! Estoy titiritando del “pacheco”, por suerte al fin traje la cobija de mi manteca, y ahora la tengo encima, sin ella me habría congelado, dijo Ricardo, agradecido con su madre que insistió en que la llevara. Igual yo guevón, ni Dios quiera que no hubiera traído el poncho peruano de mi casa, estaría temblando. Y ¿Qué estarán haciendo las “rocas” del otro grupo? Ellas visten de buzo y traen muchas cobijas, las hospedaron en el otro edificio, el de enfrente, que tiene varios departamentos, cuartos grandes con muchas tijeretas y camarotes. Ni idea cabrón, seguro que irán a dormir varias juntas, a las viejas les gusta estar en molote, como gusanos. Si, allá ellas, yo creo que además son muy miedosas, y pendejas para la caminada, ya verás cómo se quedan atrás, y está bueno que les pase por metiches…
Así las cosas pasó la noche, oscura como boca de lobo, y silenciosa, en medio de la nada, sin tránsito de vehículos, sin teléfono, televisión ni radio, sin agua caliente ni frazadas eléctricas, una vida de montaña, muy sana pero dura. Antitos de las cuatro de la madrugada, se escucharon trastos en la cocina, el agua estaba hirviendo y la cocinera se preparaba para chorrear el café, negro y fuerte. Aparte amasaba la mezcla para hacer tortillas, y rallaba el queso para lo mismo. Un ollón de gallo pinto con chorizo, descansaba sobre el fuego, derramando aromas deliciosos en todo el sitio. Los muchachos se chupaban los labios esperando cada uno su porción. Las vecinas del frente, entretanto, se habían levantado también, se dieron un cortísimo baño porque el agua de la pluma estaba congelada, se vistieron rápidamente y enfundadas en gruesos buzos, se dispusieron a tomar el desayuno. Cuando llegaron al comedor, ya estaban sus compañeros sentados a la mesa, disfrutando del mismo. Buenos días dijeron las muchachas, muy buenos respondieron los jóvenes., entre dientes. Ninguno se levantó cuando ellas permanecían de pie, tampoco se dignaron arrimar la silla para que se sentaran. En eso se escuchó la voz potente de Porritas: Idiay chicos, _”Pareciera que el frío les dejó sordos, y además les borró lo caballeros, lo cortés no quita lo valiente, no les parece muchachos? Apenados, algunos se pusieron de pie. ¡Ya para qué! dijeron las muchachas sonriendo, tarde piaron.
_Déjelos profe, ¿No ve que tienen miedo? , ya veremos quienes son los miedosos, dijeron en voz baja los muchachos del quinto, sintiéndose estúpidos después de la intervención de Porras.
El desayuno estuvo delicioso, ya confortados con el café caliente y las gruesas chupas de cuero sobre sus hombros, el grupo de dispuso a partir. Al salir del comedor, escucharon un claxon, un nuevo bus ingresaba al parqueo.
Los colegiales curiosos esperaron de píe para ver quiénes eran los recién llegados. Un grupo heterogéneo de personas ajenas al colegio. Había dos adultos con pinta de científicos, uno de los cuales se presentó como geólogo, ante el profesor Porras.
Ese roco dice que se llama Ricaurte Pinto, que esta es la tercera vez que viene a subir esta montaña. Le acompaña otro roco extranjero, el señor Pinto lo convidó a venir. Vienen con ellos otras cuatro jovencitas, de regular apariencia, más o menos de edad universitaria, jóvenes de recursos modestos, entre ellas hay una más gruesita que parece ser amiga de las otras dos, un “pipisillo” al que llaman Rolo, una gringa atarantada, y otro amigo, “el seco”, un mechudo flaco que parece bulímico, con jeans rotos y botas de cuero que le quedan grandes. Parece un grupo de mafufos. A los estudiantes no les hace gracia la nueva compañía, y salen rápidamente del parqueo, para evitar a los recién llegados.
Con razón que me llegó un olor a “mota”, dijo Joaquín, a mí esos tipos no me la hacen buena. Tranquilo muchacho, dijo el profe, no hay que ser racista, este es un sitio público y todos tienen derecho a venir.
Atrás del bus que acaba de llegar, una nube de humo evidencia que, en realidad, hay mota dentro del vehículo. El profe se cabreó, pero como esos vienen en bus aparte, los dejamos atrás y nos vamos de prisa, no hay forma de evitar estos incidentes.
El camino continúa de subida, y los muchachos están entusiasmados. Alguna de las jóvenes comienza a cantar quedito, y poco a poco se le van uniendo muchas voces, el coro resultó muy bueno, y el ánimo de los excursionistas se elevó también. A cada vuelta de timón mejora, la vista espectacular, detrás de cada nube de vapor, aparece un recuadro de belleza sin fin, el cielo azul celeste, limpísimo y brillante, con la tierna caricia de un sol que apenas se adivina, dando pinceladas doradas a la aurora. El camino tiene curvas, y a cada curva la sorpresa es mayor. Ricardo se levantó de su asiento, y, atravesando el vehículo, fue a sentarse entre las damas. El chiflido general fue divertido, con aquello se terminó de romper el hielo entre los jóvenes. Otros más siguieron su ejemplo, Rubén se sentó junto a Gloriana, y Luis lo hizo junto a Monchita. Avanzada la tarde ya eran varias las parejas formadas entre el grupo, Gilberto esperó un poco, pero al rato no aguantó y se fue a sentar junto a Inés, quien sonriente le recibió de muy buen grado.
Porritas comenzó a preocuparse por el cariz que estaban tomando las cosas.
Allá a lo lejos se distingue la lúbrica montaña que luce tonos de verde a sus comienzos, amarillos y oro, y a lo lejos se ve a veces morada, a veces azul, con un monte atrás, mucho más elevado, de rocas amarillas y magenta, que sube casi al cielo, es el monte apodado “Los crestones”.
La sutil sábana de neblina transparente y limpia, producida por la garúa de la noche, se evapora, dejando ver cuadros maravillosos. En una nueva vuelta, aparece magnífico el llamado “Valle de los Conejos”, cubierto de césped y piedras, matojos de moras silvestres, trillos angostos que llevan al río.
Los excursionistas se bajan del bus y se dispersan en esa enorme pradera, calentándose un poco con los rayos del sol que ya se sienten. Algunas de las “nuevas parejitas” formadas hoy, se retiran del grupo grande y se ocultan tras de las rocas o los árboles, a conversar en paz, sin que los demás les miren y se burlen.
Porritas continúa preocupado, es más fácil manejar a un grupo homogéneo, que se lleva bien, a hacerlo con dos grupos peleando entre ellos, (sobre todo tratándose de adolescentes), pero si se van a formar parejitas, la cosa cambia.
Ahora le será mucho más difícil controlar a los jóvenes, Bastante que se lo advirtió el profesor Marín, quien estaba opuesto a que llevaran mujeres. Tanía razón el cascarrabias ese, aceptó dolido.
Al cabo de dos horas tocan el claxon del bus, para partir, todavía deberán subir a pie hasta “El Monte Sin Fe”, el cerro que destaca al lado este de este valle, y que algunos ya comienzan a subir.
¡Qué playada de hijuep´tas, cómo se nos adelantaron! Dice furioso Campos, a qué demontres horas llegaron hasta aquí? Comiencen a trolear muchachos, de nada vale quejarse, la pelea es peleando!
El espectáculo es maravilloso. En los árboles que abundan en el monte, los tucanes se posan en los troncos caídos, hay monos cariblancos y congos, que gritan como desesperados, también abundan los quetzales, aves del paraíso y garzas, el lugar es sencillamente hermoso. A todos les duelen las corvas y los pies. Algunos sufren de calambres y otros están agotados, sobre todo entre las chiquillas hay dos que ya no pueden dar paso.
A lo lejos refulge la promesa de los pequeños lagos, no en vano ésta es llamada “La Cuesta de las Aguas”, que anticipa la emoción de la tierra anunciada y bautizada así por sus primeros habitantes, nuestros indígenas originales. Allí arranca el sol multitud de arco iris, de colores profundos y definidos, sobre la majestuosa región. Es tanta la emoción de quienes lo experimentan, que el alma sensitiva se arrodilla en su interior para agradecer al creador tal maravilla.
Los muchachos fueron elevando sus voces, entrando en franca convivencia con sus compañeras femeninas, la conversación se hizo general, impidiendo a los más espirituales escuchar el himno maravilloso que, desde la selva, entonaban las aves cantoras, dispersas entre los árboles inmensos, destacados contra el perfil de la montaña.
Ya en el monte, Porritas invitó a su ayudante para que contara a los muchachos, a ver si alguno faltaba del grupo, ya llevaban seis horas de camino, y aún faltaba otro tanto.
Estaban ahora sobre los siete mil metros de altura, y faltaba de una a tres horas y media para llegar al pico. Debemos de subir todos juntos, pero profe, me faltan cuatro alumnos. A pesar de la noticia, Porritas pasó lista y dio la orden de comenzar la ascensión al Cerro, no podía permitir que se hiciera tarde y la noche les cogiera en descampado. Entre tanto el ayudante Ortiz se despeñaba por todo el derredor buscando a los cuatro estudiantes que no aparecían. Se trata de las dos parejitas recién formadas por Alonso y María, y Gonzalo y Joaquina, que juntos se alejaron del grupo, y no aparecen ni vivos ni muertos,
Ortiz está desesperado, Porritas le dijo: Nos vamos con los que están, usted quédese aquí hasta que los encuentre, y se montan con el próximo grupo que suba
¡Qué demonio de muchachos! ¡Me lleva la gran P´ta!
Caminando entre el paradisíaco vergel, los cuatro románticos se habían alejado sin sentir, iban absortos en la conversación, de la mano cada parejita, escuchando el sonido de las aves y del viento, recogiendo moras silvestres, florecillas del campo, líquenes de los árboles y cantando canciones de amor. Cada uno de los caballeros miraba a su dama cual si fuera una reina, y cada una de las chiquillas se venía sintiendo protagonista de una novela rosa. Cansados se sentaron bajo un árbol hermoso de tupida copa, se recostaron en la hierba, y se quedaron dormidos como palomos, escuchando el i´pot que uno de ellos llevaba, sumidos en sus sueños, sin sentir el peligro. Estaban rendidos de cansancio y de emociones, y abrazados en pares, el calorcito del sol de la tarde les arrulló.
Por más que Ortiz dio de gritos hacia las cuatro puntas de la tierra, los muchachos no escucharon nada, ya el sol caía y no aparecían. Ortiz dejó pasar dos buses más, pero, sin saber qué más hacer, se montó en el último coche para ir a buscar ayuda al pueblo más cercano. Entretanto Porritas encanecía de la preocupación, porque pasaba el tiempo y no aparecían ni Ortiz ni los muchachos.
La ascensión al Monte comenzó al fin, todos iban emocionados y dispuestos, ignoraban que aquellos compañeros faltaban, porque Porras no permitió que los jovencitos a su cargo se enteraran del asunto, él esperó que pronto aparecieran y que nada malo sucediera. Subieron y subieron agitados, porque llegar se hacía imprescindible, caminaban a ritmo de soldados, entusiasmados por culminar la gran proeza de escalar el volcán.
De pie al fin, ante el imponente pico elevado recortado ante el cielo, en cuya cresta hirsuta en la enorme montaña se adormecía el silencio, se sentaron los hombres sobre las rocas yertas, ciegos de luz y frío admirando a lo lejos las dos franjas verdosas de los dos mares nuestros, acariciando apenas las costas de la patria. Un océano Pacífico tono verde esmeralda, y un Atlántico oscuro pintando soledades, la tenue luz del sol pincelaba el ocaso, dorado como un lirio y fuerte como un árbol. Entre rocas agrestes y arenosas, el trayecto era duro y pesaroso, pero subieron al fin sobre la cima, de donde el mundo vieron pequeñito, y muy cerca sintieron nuestro cielo. Aproximados a los grandes crestones de las doradas sierras, el añejo crestón de la montaña, de innumerables siglos es testigo, es el observador de los sucesos, el desierto final de los olvidos. Ante el titán callaron los muchachos, la imponencia del sitio los abruma, aquel destierro azul los dejó mudos. Como del fin del mundo era el silencio, el aire era un crespón de oscuridades, callaron todos como en una iglesia, y solamente se escuchaba el viento.
Entre tanto Ortiz llegó al albergue. Relató lo sucedido y los guardas llamaron a Emergencias, los muchachos no aparecían, y ya pronto iba a oscurecer.
Llegó un carro de Cruz Roja y un equipo de Rescate, de Cartago enviaron la máquina de apagar incendios, y aquellos valerosos voluntarios tomaron sus hachas, y se dirigieron resueltamente a recorrer el parque. Precisaba salvar a aquellos jóvenes de morir de frío en esas alturas, de escapar a una fiera y de muchos otros peligros que podrían acecharlos. Estudiaron el terreno, y se dividieron en cuadrillas, con focos para alumbrarse, porque pronto caería la noche y con ella el peligro aumentaría. Por la colina se dispersó el grupo de rescatistas, gritaban fuerte, nadie contestaba. Al cabo de media hora, casi perdida la esperanza, uno de los muchachos del equipo vio algo extraño bajo un árbol, y allí encontró a los cuatro muchachos dormidos, fuertemente aferrados entre sí, solamente una de las niñas estaba despierta, pero muda del terror, al creerse perdida en la montaña, ya sin la luz del sol para alumbrarse, sin agua, sin comida y sin el abrigo de un techo en que guarecerse. Los rescatistas levantaron en vilo a las jovencitas, entumecidas de miedo y de frío, y ayudaron a los dos jovencitos también, para que se levantaran y pudieran caminar hasta el vehículo. Dado el estado de los cuatro jóvenes, los rescatistas les llevaron de regreso hasta el albergue, adonde recibieron una bebida caliente, medicinas y cobijas. Además de una fuerte reprimenda de los guías.
Quienes lograron la proeza de llegar a la cima, lentamente comenzaron el descenso, igual o más duro que la subida. Con las piernas cansadas y tensas, era muy fácil resbalar, tomar rapidez en el descenso corriendo cuesta abajo sin alcanzar parar. Los guías les explicaban cómo hacerlo de lado, con los pies muy bien puestos a cada paso, lentamente, sin recargar el peso, sin perder el ritmo de la respiración, sin sofocarse, despacio y firme la marcha, ´poco a poco, mirando bien adonde ponen el pie, porque no es tiempo de descansar, habrá que llegar al pie de la colina antes de que la noche nos envuelva.
Los dos señores que llegaron aparte, fueron de los primeros en subir, la experiencia hace de los avezados campeones. Ayudaron a los y las jóvenes durante el trayecto, aquellos chiquillos en el fondo agradecieron a Dios que esos señores les acompañaran, porque les ayudaron mucho. El pobre de Porritas no habría podido con todos.
Nada se sabía de Ortiz, ni una noticia. Porritas por dentro temblaba de miedo. ¡Qué gran responsabilidad la suya! ¿Cómo había aceptado dirigir aquella misión, llevando tantos jóvenes que son impredecibles? ¿Qué les diría a los padres? El pobre hombre estaba hecho un mar de nervios.
Al fin llegaron al sitio donde los carros esperaban, habían caminado horas y horas con mucho frío y mucho viento, tenían hambre y sed, pero sobre todo cansancio. Anhelaban llegar al albergue, tomar algo caliente, tomar un baño y acostarse a descansar, les parecía que habían caminado la vida entera.
Cuando arribaron al albergue, innumerables luces rojas relumbraban sobre el cielo oscuro. Había ambulancias, carros de la Cruz Roja, Automotores de Recate y mucha gente de pie en la entrada del albergue. Hasta en ese momento los muchachos se dieron cuenta de qué estaba sucediendo. La noticia corrió como la pólvora. ¡Desaparecidos cuatro compañeros!
Las muchachas lloraban, y los varones difícilmente se contenían para no hacer lo mismo. Todos hablaban al tiempo, ya nadie se acordó de su cansancio, ni del frío, ni del hambre. Todos comentaban el suceso de la desaparición de los muchachos. En eso estaban, cuando el administrador del albergue salió, y tomando un magnetófono les comunicó: “Todos tranquilos, ya fueron hallados los compañeros perdidos, vienen de regreso con los rescatistas, acabamos de comunicarnos con ellos y llegarán en cualquier momento”.
Porritas, al fin, pudo respirar. ¡Gracias a Dios! Se dijo, conmigo que no cuenten nunca más para llevar muchachos de excursión. Lo juro por mis hijos. La próxima vez que los lleve Marín.

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