domingo, 11 de abril de 2010

El entierro

¿Supiste Ema? ¡Qué tragedia! , la verdad que nunca se sabe lo que nos espera… Tan feliz que estaba esa familia con el gane del premio mayor de la lotería, y ahora les llega esta gran pena. ¡Ya para qué el dinero!
Mesándose los cabellos, Ema, todavía en pijamas, sostiene el auricular, mientras sube el diapasón de su voz, para que, desde el baño, su hermana la pueda escuchar.
¿A qué tragedia te estás refiriendo?, dijo mientras salía del baño, anudando una toalla alrededor de su cabello empapado. ¡Ni te imaginas! Resulta que esta madrugada falleció Julio Carmini, el marido de Elisa.
¡Carmini¡…exclamó perpleja. ¿No es cierto que ella viajó primero y él preparaba viaje para allá? ¡Pobre gente!
Pues casualmente, estaba preparándose para viajar a Filadelfia, adonde le espera la mujer con una nueva casa y la familia en pleno.
Y cómo sucedió la cosa? El señor estaba enfermo?
Yo no sé, creo que había estado nervioso con el antojo de Elisa de irse para los Estados a vivir, al fin cedió pero le costó mucho. Dicen que se levantó en la noche con un malestar, y el corazón le falló. Lo encontraron tirado sobre el piso, junto a su cama matrimonial.
Todavía estaba tibio.
Y ¿Cómo te enteraste?
Lo anunciaron en telenoticias de las siete, y además me llamó Lulú para comentar. Habrá que vestirse de negro e ir a la casa, porque no creo que hagan el funeral aquí. No hay nadie de la familia.
¡Qué gran enredo! pobrecita Elisa.
Desde la sala de visitas del hospital, un hombre desesperado trata de organizar lo del funeral del Señor Carmini.
Aló, Aló, ¿Hablo con la Funeraria del Silencio?
Sí señor, a sus órdenes ¿En qué puedo servirle?
Se trata de una emergencia, necesito que me dispensen una carroza para recoger a un difunto, que ahorita mismo se encuentra en el Distrito Judicial, en la morgue de San José, porque falleció en su casa de habitación. Están preparando los papeles, creo que tardan una hora, pueden enviar la carroza entonces.
Enterado señor ¿Sería usted tan amable de darme su nombre y calidades? tenemos que asegurarnos de lo cierto de estas peticiones telefónicas, porque no faltan chuscos que quieran hacer una broma con estas cosas tan serias. Desde luego, tiene usted mucha razón, mi nombre es Fernando Alpízar, y el fallecido se llamó Julio Carmini, en vida fue mi concuño.
Gracias señor Alpízar, estamos para servirle, pero usted comprenderá que por teléfono es imposible llegar a un acuerdo. Hay variación en cuanto al servicio y al precio, además debemos de estudiar la Agenda para saber si hay espacio para cuando usted lo necesita, y es importante el pago por adelantado, política de la empresa. Le puedo ofrecer los servicios de recoger en el sitio del fallecimiento, preparar el cuerpo, diversos tipos de féretro, de madera o de pana, velación en la capilla, las carrozas necesarias, el traslado a la Iglesia y el arreglo floral, asimismo puedo ofrecerle diferentes opciones musicales para el acto.
Muchísimas gracias, pero nuestro caso es bien particular. El servicio que deseamos básicamente, es que ustedes se encarguen de recoger el cuerpo, en las oficinas del distrito Judicial, la Morgue propiamente, de allí lo lleven a la funeraria para prepararlo. Una vez correctamente presentado, lo coloquen en un ataúd de metal, dentro de una nevera con hielo, especial para viaje, y lo vayan a entregar al Aeropuerto Internacional Juan Santamaría. El vuelo de Aerovías del Mundo saldrá esta misma tarde a las cinco, y en la puerta de VIP estará un personero esperando, con el pago en dólares y las instrucciones para el envío.
Pero señor, es difícil hacerlo telefónicamente, usted comprenderá, son leyes de la empresa.
Ni se preocupe, deme ya la lista de los costos, y ahora mismo le hago una transferencia del monto acordado, en su cuenta bancaria, si quiere en dólares o en colones, como le sea mejor, no tengo tiempo ni cabeza para más.
Estoy dispuesto a pagar un sobreprecio si todo sale bien.
Está bien señor, trataré de complacerlo, no es lo acostumbrado pero en vista de las circunstancias haré lo mejor que pueda.
Haló? Con la bodega? Llámame a Joaquín por favor.
Haló Joaquín? Le habla don Eulogio, necesito que me haga el favor de enviar al mejor chofer que tengamos, al más confiable, hasta los tribunales de Justicia, a recoger el cuerpo de un difunto. Se trata del Señor que en vida se llamó don Julio Carmini, (creo que era joyero, italiano, casado con tica.)
Una vez recogido el cadáver, en la morgue, deberá de traerlo acá para preparar el cuerpo lo más rápido posible, y por último, la caja deberá ser entregada en el Aeropuerto antes de las cinco de la tarde. No podemos perder ni un minuto de tiempo…
Don Eulogio, ¡qué pena! Lamento contarle que hoy me faltaron dos de los choferes, los mejores. Tengo ayudándome a Sinforoso, un maje que acaba de ingresar al negocio, sabe manejar pero no es muy “Pipa “que digamos. ¡Qué vaina!, en fin, adviértale lo serio del asunto y que no nos falle, el negocio ha estado pésimo y en este trámite ganaremos muy buena chochosca, que buena falta nos hace.
Bueno Sinforoso, decía pocos segundos después don Eulogio al empleado nuevo, queda enterado de la seriedad del asunto, Dios libre nos haga quedar mal, confío en usted. Don Eulogio le va a pagar doble el día, si todo sale bien.
Sinforoso sale rápidamente, monta en la carroza fúnebre, estudia la dirección adonde deberá presentarse, y toma la avenida segunda, que en ese momento tiene un tránsito bastante fluido. Al fin logra llegar a los tribunales, encuentra al empleado que le da los papeles, recoge al cadáver, que le es entregado, después de muchos trámites, dentro de una bolsa negra, que él deja tirada en la parte trasera de la carroza y se dirige hacia la funeraria. Toma la avenida primera, más o menos libre
Un fuerte dolor de estómago le ataca de repente, el hombre no sabe qué hacer. “Demonios, si no encuentro pronto un baño me cago aquí mismo” piensa afligido. De repente una farmacia a la vista.
Sinforoso se parquea junto al caño, pintado de amarillo a todo lo largo, entra a la farmacia, con mucha pena pide prestado el servicio, y al rato sale algo más aliviado.“Por lo que potis” compra una alKa 2, y se la toma.
Recostado a la fachada de la farmacia se encuentra un grupo de vagos conversando y riendo.
Con ojos desorbitados Sinforoso pregunta gritando: “¿Alguno sabe quién demonios se robó mi limosina? Los tipos siguen conversando, Sinforoso se descompone, la frente se baña en sudor frío, otro retortijón…Mierda! Piensa el pobre tipo.
Uno de los interrogados, compadecido le responde al fin: “El tráfico que está en la esquina llamó a una grúa, estuvo pitando pero como la limosina estaba vacía y nadie vino, la grúa se la llevó.” Las doce y cuarenta, el reloj no para…
Sinforoso, se tira a media calle y sorteando carros llega adonde el tráfico.” Señor, usted requisó la carroza funeraria que yo conducía, y adentro hay un difunto! Por Dios dígame adonde se la llevaron!
En primer lugar la carroza carecía de conductor, estaba mal estacionada lo que significa una multa de doce mil pesos, que usted deberá ir a pagar al Ministerio, no puedo comprender cómo alguien fue capaz de abandonar ese vehículo, incluso con un difunto en su interior ¿No tiene usted conciencia?
Conciencia si tengo señor, pero me cogió un dolor de estómago imposible de ignorar, y tuve que detenerme hasta encontrar un baño. Ahora debo recuperar el tiempo perdido, ese difunto va a ser enviado a otro país, y estoy atrasadísimo, por favor ayúdeme señor. Al inspector se le movió el corazón, y decidió ayudarlo.
Está bien, dijo: hay dos lugares adonde llevan los carros detenidos, uno es frente al Ferrocarril, y el otro cerca de la Maternidad Carit, no sé cuál sería el elegido. Aquí le doy el parte para que el encargado le entregue su carro, sin problemas.
Tirándose a media calle Sinforoso detuvo al primer taxi que se presentó. Por favor, dijo en voz alta, lléveme lo más rápido que pueda al parqueo del MOP, frente al Pacífico, y si no está allá lo que busco, tendremos que ir por la Maternidad Carit.
Otro retortijón le revolcó en su asiento, el sudor frío corría a lo largo de la espalda, y el tránsito era lento, cada vez más lento, los coches impacientes tocaban sus bocinas, pero nada se movía, Sinforoso prácticamente desmayado, casi lloraba suplicando al taxista, Porfa mano, ¿No podes ir más rápido? Al fin el semáforo se puso en verde, el taxista salió como un disparo, llegaron a “las tucas”. Aquí no han traído nada, respondió el guarda malhumorado.
Corra de nuevo para Plaza Víquez, el taxista ya enojado con tanta friega va de mal genio, esta carrera se la cobraré con sangre, amenazó al usuario, que pálido y enjuto parece un ángel de cementerio.
No le pagaré con sangre, dijo muy quedo, creo que le ha pagado con otra cosa…. “Cochino”, grita el chofer.
Al fin llegan al otro parqueo, y luego de una discusión con el guarda, un desmayado Sinforoso paga al taxista, reconociéndole una cantidad como propina, para que lave el asiento, monta raudo en la carroza, que echando humo bajo las llantas, entra al parque de la Funeraria levantando polvo, al ser casi las dos de la tarde. Muchacho de Dios, dijo el encargado, don Eulogio te va a matar. En la funeraria hay un revalué, todos gritan.
Al unísono se lanzan sobre la bolsa negra de basura, sacan al difunto, le lavan tipo manguera de auto-exprés, le colocan un traje negro, camisa y corbata, y envuelto en un sobre de raso blanco, le colocan en la caja de lata.
De nuevo el pobre Sinforoso, que ya lleva tres idas más al baño, sale pitando hacia el Aeropuerto con su macabro cliente.
Otra vez el tráfico está de locos, los conductores desesperados pitan sin ningún éxito, Sinforoso va rezando todo lo que se sabe…
Atrás, ya digno, en su envoltura de latón, el cadáver va dando tumbos contra las paredes de la carroza, a cada adelanto que da Sinforoso dentro del tráfico brutal. Faltando quince minutos para las cinco de la tarde, llegó Sinforoso a la Puerta de VIP del aeropuerto, adonde un emisario nerviosísimo espera con los papeles para Migración, y el recibo del banco en el que se depositó el dinero acordado.
En el Aeropuerto de Miami, en la sala de espera, doña Elisa llorosa y elegantísima, enfundada en un enterizo negro, con velo largo sobre la cabeza, rodeada de su familia espera el advenimiento del esposo ausente. Dicen que el vuelo está atrasado, hubo un imprevisto a la salida de San José. Los altavoces anuncian la llegada el vuelo.
Mamá, por qué no quisiste que cremaran a papá, en vez de esta locura de traer su cuerpo entero ¿No ves que eso es carísimo? Y de todas formas va a ser cremado aquí, no comprendo.
No mi hijita, si me lo traían cremado nunca estaría segura que en realidad es él. Así no queda duda, no quiero problemas posteriores, pensar que, a lo mejor, todo haya sido una broma y venga ahora tu tata, (que Dios tenga en su Santa Gloria,) a pelearnos la herencia!
Copi

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