domingo, 19 de febrero de 2012

COROLARIO DE LAS HISTÓRICAS OCURRENCIAS DE MI TÍA SOLEDAD

Han pasado ya muchísimos años desde que mis amores primeros se marcharon, primero fue mi esposo, que, inesperadamente y en plena juventud un día partió, sin previo aviso, sin excusa ni plan, una mañana triste lo tuve que llevar al camposanto, rodeada por mis numerosos hijos, sintiendo como nunca su orfandad y la mía propia.
Pocos años atrás, otra mañana inusitadamente bañada por el sol, fui a dejar a mi padre a aquella misma tumba, desolada, acompañada entonces por mi esposo y mamá, por los muchos amigos y parientes, sin olvidar la presencia valiosa del Doctor Calderón Guardia, su amigo desde siempre, y de don Otilio Ulate Blanco, un fiel amigo mío. Porque una piensa que cuando sufre, el día forzosamente debiera de ser lúgubre, no debería haber sol, ni flores bellas en el campo, ni luz en la campiña, ni música, ni cantos…
Pero eso no es así, es tan insignificante el dolor de la gente, es una repetida secuencia de tristeza acorde con el mundo, y la naturaleza, todo se va cambiando, todo se va perdiendo, y una se acostumbra a sufrir en silencio.
Después el desfile continuó, partió mamá, mis suegros, mis cuñados, mis amigas del alma, casi todos los novios, mis mejores amigos, mis profesores buenos, mis tíos, mis allegados, como a todo en la vida, yo me fui acostumbrando.
Hace algunas semanas escuchó una hija mía, un cuento algo macabro que relató una amiga, resulta que en mi casa, la bella, la perdida, la que me dio mi esposo, la que fuera vendida cuando él no estuvo más, existe ahora una tienda, de la señora misma que me comprara entonces la bella propiedad, y es ahora propietaria de toda la vecindad.
En época de fiestas, cuando llega diciembre, esa gente contrata a muchos dependientes, que para esa fecha deberán trabajar, y vienen muchachillos jovencitos del cole, que desean ganarse unos pesos de más.
Y contaba esa amiga que mi hija escuchó, que en ningún muchachillo se quiere colocar en ese local grande, porque si quedan solos, hay una viejecita que aparece barriendo, en bata y enojada les pega muchos sustos, y ellos ya no quieren quedarse por las noches cuidando la bodega, porque esa viejecita viene y los aporrea.
Entonces mi muchacha de pronto recordó, los cuentos de tía Sole y en su mente juntó las muchas experiencias de cuando estuvo viva, y no nos queda duda, la viejecita es ella.
Desesperada entonces llamé yo al Padre Juan, le conté del asunto y también pregunté, si debía celebrar una Misa rezada, por el alma de tía que de irse no acababa.
Y el padre filosófico así me contestó, déjala ya tranquila, será así lo mejor. Que ella arregle sus cuentas con el Dios Salvador.
El profesor de Yoga, que interrogué también, me aconsejó ir yo sola, después de obtener permiso de la dueña para llegar de noche, tratar de hablar con tía, hacerle mis reproches, decirle de esta forma¨:
¡Usted ya se murió! Ya no venga a esta casa que aquí no vivo yo.
¿Pero habré de ir yo sola? Le pregunté enseguida.
Yo no se lo aconsejo, hágase acompañar por algún hijo suyo o por alguno más.
¿Y quién querrá venir? A todos les da miedo, ¡Son todos tan pendejos en eso de los muertos!
Pues vaya con su yerno, que es señor tan formal, siendo un buen abogado la puede aconsejar.
Y Arturo mi yernaso pronto me zafó el lomo, No doña, usted perdone, para eso yo no voy, qué tal
si la viejita se viene atrás de mi, y se viene a esta casa para estar más feliz!
Mejor déjela quieta, paguemos una Misa, pero ir a visitarla, perdone pero: “¡Mírela!”
Copi

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