CACHIRULO
Fue, sin duda alguna, el más pequeño, debilucho y tímido de los
chicos de la huelga. En el vecindario todos muestran impaciencia, es demasiado inquieto, pero hay un asomo de piedad
en la mirada de sus vecinos de toda la vida.
¡¡Pobre chico sin padre!!
Siempre cubierto por la mugre,
despeinado, con las rodillas rotas y la carita sucia, mosca impertinente que salta
entre la basura y el polvo, pateando latas vacías, destrozando los zapatos
viejos que su madre manda arreglar en
forma constante, apenas un remedo de botín.
Doña Jacinta mujer buena, e ignorante, atropellada muchas veces por la
vida, habita en el precario gracias a la
generosidad de sus vecinos, que la toleran, aunque no pueda aportar nada material al mantenimiento del lugar. Aceptan sin
embargo que sea ella quien desempeñe las más duras tareas para el bienestar de
todos: barre la calle y las aceras, limpia los caños, recoge la basura de todos
para reciclar, cocina enormes ollones de comida cuando hay feria, arregla la
iglesia los domingos, cuando viene el
padre Zamora, y los martes da a los niños clases de Catecismo.
Cachirulo asiste a la escuela del
lugar, lento para aprender, su pasión es
la bola. Cuando consigue hacerse de un balón desinflado y sucio, lo guarda como
un tesoro, le pone parches de hule para poderlo inflar, hasta hubo veces en
que, a falta de algo mejor, formó un
balón a base de chuicas viejos, y con él jugó por horas en el patio de atrás de la vecina.
Alguna vez llegó a romper un vidrio
de la iglesia, intentando rematar un gol que con enorme escándalo vocearon los
güilas de la cuadra, antes de salir en estampida, cuando vino el sacristán a ver qué había pasado.
Los muchachos mayores no aceptan a Cachirulo como coach, pero insiste tanto ese necio chiquillo, que le
enseñan a ser portero, expuesto siempre a las frecuentes golpizas brindadas por los delanteros del
equipo contrario.
Pasan
los años rápidos o lentos, según va la vida. Cachirulo creció mental y
físicamente, sigue siendo parte del
equipo del barrio, sin abandonar sus estudios, atiende a los reclamos de la
madre y consigue trabajo, jamás abandona su pasión por la bola, cultiva su sueño, sin ceder ante las dificultades.
Altos
dirigentes se fijan en él, y le incorporan a un equipo de segunda, después entra a la liga mayor, demostrando
gran dominio sobre el balón. El propietario de un famoso equipo visitante le
vio jugar, fue requerido en el extranjero,
viajó, se cultivó, creció, su nombre comenzó a sonar en el medio.
Su primera reacción ante esa
suerte, fue ayudar a su madre, le compró
una casita y le montó un negocio pequeño para que se entretenga, la buena
mujer no sabe descansar.
Hoy día “Cachirulo” está tomado de la mano de la
fama, el país entero agradecido por su buen desempeño en una justa mundial, le recibe con brazos y corazón abierto, como a un héroe. Todos le alaban y le buscan, ya no es más
aquel niño “cachirulo” disminuido, hoy
es ¡Todo un señor! Orgullo de su barrio y de su tierra.
Copi
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