MAMÁ
TORTUGA Y SU VIAJE
Atravesaba el océano nadando días y noches, afrontando la tormenta, y la lluvia torrencial, a su
paso iba dejando tras de sí una larga estela, y observaba satisfecha cada
salida del sol, que le anunciaba que estaba ya muy cerca de su meta, tenía que nadar seguido para conseguir llegar, antes
que fuera la fecha en que debía empollar.
Después
de temblar de frío alguna noche invernal, la tortuga está tendida sobre su
concha de hueso, la que sostiene su
peso, sobre el mar, para flotar. Cuando el sol calienta su caparazón helada, su pancita y sus aletas, se
siente reconfortada para así seguir nadando hacia el final de la ruta.
Su caparazón tan duro la defiende de las
aguas, y el sol le presta reflejos de
colores: verde y gualda, y al sentir el calorcito y descansadas sus alas,
recobrada la esperanza continúa con
valor, en su ruta, hacia la playa. Ostional, dichoso sitio, es esa playa bendita, donde ella tuvo su hogar, playa en que nació su madre, en la que ella nació, y allí nacerán sus hijitos, si así lo permite Dios.
Las
tortuguitas pequeñas se la pasaban
jugando, eran tantas que formaban entre todas un rebaño, se divertían todas
juntas en la panza de mamá, y ninguna se mareaba, eran tortugas de mar.
Unas
jugaban quedó, otras jugaban seguido, las otras se columpiaban en aquel mullido
nido que mamá les fabricó para que se acostaran, cada una se colocaba su cascarita
de huevo, suave y tibia y arrugada, que
le servía de pijama mientras siguieran viajando, se la ponían como abrigo
cuando mamá las tiraba dentro del hueco profundo que ella cavaba en la playa, y
en cuanto se deshacían de aquel saco tibiecito, tenían que salir corriendo,
disparadas como un tiro, hacia la orilla del mar, si llegaban ya estarían
casi a salvo las pequeñas, mas si algún
depredador las pescaba de camino, terminaba la existencia de su muy corto
destino.
¿Adónde
iremos? pregunta una tortuguita a otra, (que se llama Carolina y es muy
conversadora).- ¡Salimos desde hace días y mamá no para nunca!
¿No se cansa de nadar? Lo que a mí me gustaría sería subir a la playa,
calentarme entre la arena, pescar unas olominas, y una noche descansar, me
tiene aburrida el canto, tan insistente
del mar.-
-No
hables tanta tontería, le respondió la hermanita (que se llamaba Sofía): si
queremos seguir vivas mamá tiene que nadar, porque hay muchos enemigos que nos
quieren hacer daño, aquellos depredadores
que nos buscan en la playa, los humanos
roban huevos que deposita mamá, para comerlos, venderlos, para hacerlos
en coctel, también nos persiguen aves, que nos desean comer, los perros y las
gaviotas, los buchones y las zorras, todos buscan acabarnos desde antes de
nacer.
Mamá
hace este recorrido mientras nosotros crecemos, porque así se lo ha pedido su
propia naturaleza, cuando ya vamos creciendo se tiene que devolver y llegar
hasta esta playa a depositar los huevos
y que podamos nacer, nos deposita en un hueco que cava allí, nos salimos
del gran hoyo y corremos hacia el mar, la carrera es por la vida, si alguien
nos pesca, se acabó, mamá se juega la vida y nacemos vos
y yo.
Por
las noches había frío, pero brillaba la luna sobre el manto cristalino,
reflejando sobre el agua el perfil de algunas islas, de los riscos y montañas
que surgían del continente, doña tortuga observaba la ruta que iba cruzando, y
aunque a veces se cansaba, continuaba con su empeño, tenía que seguir nadando.
Era
muy imperativo llegar a tiempo a la playa, a aquella preciosa playa de donde un
día salió, cuando era pequeñita, acabada de nacer, para recorrer el mundo,
nadar hacia el norte siempre, para cumplir su destino, igual que toda su
especie.
Por
una razón extraña, que ella no comprendía, su destino era nadar, arriba y abajo
el mar, para venir a las playas cálidas con un clima tropical, y devolverse hasta el polo adonde hace un frío
glacial. Pero era de esa manera que naturaleza actúa, no se pueden discutir
estas leyes de natura.
Ahora: desandar camino manda la naturaleza,
deberá llegar muy pronto a las playas de Ostional, hacer un nido profundo y
ponerse a desovar. Dar vida a las tortuguitas que lleva escondidas dentro, que
nazcan todas juntitas en esa playa bendita donde tienen su hábitat, y cuando
vayan saliendo las tiene que encaminar, hacia el mar que es su destino, para
que puedan nadar, y recorrer el camino que su destino requiere, cuando lleguen
al final y sean ya tortugas grandes, deberán de regresar a buscar ese rincón, y
que no muera la especie, continúe su evolución.
Cuando
venían de camino llegó al mar un gran tornado, mamá tortuga asustada se
devolvió hacia la costa y se escondió en unos riscos, para no ser levantada,
estuvieron en un pelo de Que el viento las alzara, pero mamá era muy lista y
nada les sucedió. Como estaba el mar picado, mamá resolvió quedarse, mientras
se calman las olas y el viento cesa su viaje, entonces se divirtieron como
nunca lo habían hecho, conocieron a Julieta, una preciosa sirena que se
asoleaba en un risco, ella las llevó nadando hacia el fondo del abismo, visitaron
el palacio del Dios del Mar, dios Neptuno, que vestido en Seda y oro, y
llevando su tridente, les saludó muy decente.
Un
palacio extraordinario como no existió ninguno, hecho de conchas de nácar,
corales y madre perlas, rodeado de unos jardines de mil colores de anémonas, el
camino tapizado con caballitos de mar, y el portón con las estrellas que
saludan al pasar. Las luces de
terciopelo alumbran al pasadizo, son las serpientes marinas que en el mar
parecen cintas, los pececitos nadando
vinieron a saludarlas, el pez payaso de rayas, de una se fue enamorando. Y el
pez globo se hinchó tanto que al final se reventó, el calamar botó tinta y todo
se oscureció, cuando pasó la tormenta mamá tortuga llamó, todas entraron de
nuevo a la panza de mamá, y esta siguió su camino no perdió un minuto más.
Esa noche las tortugas no cesaban de cantar,
de correr y hacer diabluras, estaban tan excitadas con la visita a palacio, que
no se podían dormir a pesar de su cansancio.
Mamá las llamó muy fuerte: ¡”chiquitas, a
descansar, que el mar estuvo furioso y las podría escuchar, no sea cosa de que
se enoje y nos impida pasar!” Terminada la tormenta el mar estuvo muy calmo, lo
que le sirvió a mamá para continuar flotando, flotar un rato tranquila, sin
nadar fuerte y seguido, así podía
descansar, y hacer que su recorrido no fuera tan sofocante, era un viaje que
duraba tantos meses sin parar, que la tortuga
cansada a veces querría volar. Pero era su obligación conseguir aquella
meta, púes de ella dependía la existencia de su especie, la vida de sus hijitos
y el equilibrio del mundo, y de toda la creación.
Era una meta muy alta que amaba de corazón, la
hacía sentir orgullosa cumplir con esa misión. El señor tortugo estaba, entre
tanto en una playa, debajo de una palmera
asoleándose la panza y tomando una cerveza, alrededor pululaban las
tortugas camareras sonriéndole al pasar, y bailándole una cueca, levantándose
las faldas, e invitándole a bailar, así
mismo son las leyes de nuestro planeta azul, el varón se come el dulce y la mujer se indigesta. El
viejo pone la gota en el cáliz de mamá, por el resto de su vida es ella quien todo hará, la única responsable
de salvar su descendencia, de conservarles la vida y entregarles su existencia,
hasta el último minuto sin descanso ni clemencia.
¡Válgame Dios Ña tortuga, no eres la única en
sufrir, esto de sexos distintos, lo debíamos discutir ¡
Copi
2014
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